Aroa Moreno Durán: La hija del comunista

Lo factual y lo imaginado en la historia del exilio de un comunista español en la RDA y su hija

Reseña de Knud Böhle (Spanienecho de 23.02.2023), traducción de Pascual Riesco Chueca (Spanienecho de 18.03.2023)

1. Introducción

Un capítulo de la historia hispano-alemana poco conocido por el público alemán es el tema de la exitosa y premiada primera novela de Aroa Moreno Durán, nacida en Madrid en 1981: el exilio en la RDA de los refugiados republicanos, sobre todo comunistas, de la guerra civil. La novela, traducida a varios idiomas, se publicó en España en 2017; en alemán, apareció en 2022 en la excelente traducción de Marianne Gareis. [Nota: La reseña se basa en la versión alemana de la novela. En la presente traducción de la reseña, se ha utilizado para las citas de la novela la versión original en español (en la variante ebook)].

Esta revisión va más allá del alcance habitual de una reseña de libro, ya que se pregunta cómo se entrecruzan en la novela los hechos históricos y los hechos imaginados y en qué medida la propia novela contribuye a una mejor comprensión de las condiciones de vida e influencias de los emigrantes españoles y sus hijos. Dado que en la actualidad existe un corpus considerable de conocimientos históricos sobre los solicitantes de asilo españoles que vivieron en el exilio en la Zona de Ocupación Soviética de Alemania (SBZ) y luego en la RDA tras el final de la Segunda Guerra Mundial (véase el apartado 7 sobre literatura), se puede intentar dar respuesta a estas preguntas. La propia autora destacó en varias entrevistas su intenso trabajo de investigación (cf. Strode 2018; Alvite 2019; Whittemore 2021), por lo que cabe suponer que aborda la historia contemporánea con conocimiento de causa. Antes de poder abordar esta cuestión, es preciso esbozar el contenido y la estructura del libro, así como lo que históricamente se sabe sobre el exilio en la RDA.

2. Una primera mirada

La novela narra una doble historia de exilio: a un pequeño número de republicanos españoles, en su mayoría comunistas, que hubieron de huir tras la guerra civil (1936-1939) y no pudieron regresar a la España de Franco, se les concedió asilo en la RDA; para muchos, era su segundo o tercer exilio. En la novela, uno de estos comunistas se reencuentra con su mujer, venida desde España, y forma una familia en Berlín Este poco después de la fundación de la RDA. La familia tiene dos hijas, Katia y Martina. La primera nace en 1950, la segunda en 1953. Ambas crecen en la RDA. Katia, que es el centro de la historia, abandona su hogar en 1971: ello suponía una fuga, «Republikflucht» en la terminología de la RDA. Deja atrás su país, Berlín, su familia y sus amigos para empezar una nueva vida con un joven de Backnang, lugar próximo a Stuttgart. Así comienza la segunda historia de exilio, esta vez configurada como un relato Este-Oeste. Alemania Occidental no se convierte en el nuevo hogar de Katia; al contrario, la experimenta cada vez más como una exiliada foránea y no querida. Con el tiempo, esto la lleva a la depresión. El país y sus gentes le resultan cada día más hostiles, al tiempo que recuerda con nostalgia la patria perdida. Por añadidura, su decisión, que resulta ser irreversible, acarrea consecuencias devastadoras no solo para ella, sino también para su familia en la RDA. Se da cuenta de ello cuando visita a su familia en Berlín en 1991, tras la reunificación: se encuentra con un mundo roto. El desenlace queda abierto, pero un nuevo comienzo no parece del todo imposible.

Tres complejos de interrogantes, no infrecuentes en el género novelístico, desempeñan cierto papel en esta narración: las consecuencias imprevistas e imprevisibles de decisiones irreversibles, el entrelazarse de la gran historia (Guerra Civil española, Telón de Acero, Guerra Fría, construcción del Muro, reunificación) con la vida de los personajes de la novela, así como el ensamblaje de cuestiones como el origen geográfico, la patria, la extranjería, la integración y la identidad.

El libro consta de cuatro partes y un breve prefacio sin título. Los epígrafes son: EL ESTE (periodo 1956-1971), LA TIERRA DE NADIE (1971), EL OTRO LADO (1972-1990), VATERLAND (La tierra de mi padre) (1992). Las partes se subdividen a su vez en breves secciones, cada una con un título, un lugar y un año.

El periodo comprendido entre 1956 y 1990 es presentado por Katia como narradora en primera persona. El procedimiento elegido parece optar por la fijación de recuerdos con el propósito de autoafirmarse. La enunciación literaria no crea discurso dirigiéndose a un público anónimo, sino que remite a la propia autora, y quizá también a una persona conocida o de confianza. El yo va recordando aquello que hace aflorar el ejercicio de la memoria, y, como es bien sabido, ello no tiene por qué ser completo ni fiable. La narradora en primera persona reflexiona sobre el carácter selectivo de los recuerdos personales: «Hay una electricidad entre emoción y memoria: […] a mayor emoción, más facilidad de que un suceso pueda ser recordado. La emoción es el filtro…».

En la mencionada introducción, de dos páginas, y en la última parte de la novela, Vaterland, no es el narrador en primera persona, sino una voz narrativa más distanciada la que toma la palabra. Más concretamente: las acciones, pensamientos y sentimientos de Katia se relatan como si ella misma se observara desde fuera. Esto podría interpretarse como que la autora quiere mostrar que la protagonista es capaz de tomar distancia al final de la historia. Al final de la novela le sucede una página con una única frase:

Veintisiete años después de la caída del de Berlín, existen en el mundo más de quince muros con los que se trata de impedir el flujo de personas de forma violenta.

En la página siguiente figura un pasaje con el epígrafe «Agradecimientos», donde se nombra en primer lugar a Mercedes Álvarez y Núria Quevedo. Esta referencia es reveladora, pues ambas eran hijas de conocidos comunistas españoles (Ángel Álvarez Fernández y José Quevedo), y crecieron en la RDA. En una larga conversación, que se publicó como libro en 2004, ellas habían aportado información sobre sus vidas y la de sus respectivos padres (Álvarez y Quevedo 2004). Independientemente del libro, ambas personas fueron entrevistadas varias veces por investigadores sobre el tema del exilio en la RDA Su aportación en la entrevista ha merecido la atención académica (Drescher 2008, Denoyer 2011). Sin el encuentro con estas «hijas de comunistas», esta novela de Aroa Moreno Durán no habría existido.

3. Acontecimientos, experiencias y vivencias en la novela

La protagonista y narradora en primera persona, Katia, nació en Berlín Este el 21 de febrero de 1950. El registro de los acontecimientos de 1956 a 1991 sigue en gran medida un orden cronológico. Sólo esporádicamente se incorpora información de otros tiempos, de otros lugares y sobre otras personas.

Los padres de Katia son españoles que viven en condiciones de hacinamiento en su exilio en Berlín Este. Katia tiene una hermana, Martina, tres años menor que ella. Su padre, Manuel, es un comunista acérrimo y pro-Moscú, agradecido a la RDA por haberle concedido asilo. En cuanto a su posición política, la novela recuerda que el padre llegaba a enfadarse mucho cuando se trataba de la Ostpolitik alemana, a la que se oponía. Especialmente acalorada fue su indignación cuando Willy Brandt recibió el Premio Nobel de la Paz en 1970: «escúchame, Isabel, esto es el primer paso para el fin de todo en lo que creímos. El fin, Isabel, el fin».

A Isabel, la madre, le importan poco el partido y la política. Enseña a sus hijos a rezar y a entonar el mea culpa. Se niega a aprender alemán, está mal integrada, sufre mucho y vive el exilio como una extraña. Los detalles de la historia de los padres, especialmente la del padre, se tratarán con más detalle más adelante en el contexto histórico.

En los recuerdos de Katia están muy presentes las experiencias de control y vigilancia en la RDA, una atmósfera en la que cada palabra debe ser bien medida porque existe un peligro latente de delación. En la novela también se plantan deliberadamente huellas que más tarde pueden relacionarse con la actividad del padre como colaborador informal (Informeller Mitarbeiter, IM) de la Stasi. Katia recuerda un encuentro de la familia con españoles exiliados críticos de la RDA en Leipzig: «Solo papá dijo ―ya está, familia, debemos estar agradecidos a esta república―. Nunca más volvimos a verlos». Otro ejemplo: tras un encuentro en compañía de su padre con un peculiar exiliado español que impartía clases como profesor en la Universidad Humboldt, descubre que poco después éste ya no enseñaba allí.

El clima de vigilancia es palpable. También se alude sutilmente a la RDA como estado controlador en una escena en la que Katia está leyendo en clase la famosa novela de Anna Seghers La séptima cruz, que tiene escondida bajo el pupitre. Cuando el profesor le pregunta qué está leyendo, se encuentra precisamente en este punto de la novela:

Un miedo que nada tenía que ver con su conciencia; el miedo de los pobres, el miedo de la gallina ante el gavilán, el miedo ante la persecución del Estado. Ese miedo ancestral que indica a las claras quién es el Estado, mejor que las constituciones y los libros de historia.

A pesar de esta percepción de control y vigilancia, su principal punto de referencia ―antes de la erección del Muro e incluso después― es su pequeña familia, que mantiene por lo que parece escaso contacto con el mundo exterior, tanto con españoles como con alemanes. La familia es su hogar. A finales de los sesenta y principios de los setenta, se produce una apertura. Katia empieza a estudiar y ayuda a preparar el Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes. En este contexto, encuentra también una buena amiga, cubana, llamada Julia. Katia parece estar en vías de integrarse en la sociedad de la RDA.

En noviembre de 1969 aparece por Berlín Este un estudiante de Alemania Occidental, Johannes, de Backnang, que se interesa por ella y se mantiene en contacto con ella durante los dos años siguientes. En 1971, Katia deja atrás a su familia, sus estudios y su amiga, y «cruza al otro lado». Por ser más precisos: son unos especialistas en ayudar en las fugas, a sueldo (financiados por los padres de Johannes), quienes hacen posible su huida a través de Checoslovaquia y Austria hasta la República Federal.

Katia tiene dificultades para enfrentarse al nuevo entorno, que percibe crecientemente como extranjero y hostil. A ello se añaden los remordimientos. Cuando recibe la noticia de la muerte de su padre en una llamada telefónica hacia 1980, su sufrimiento aumenta aún más. Se arrepiente de su decisión irreversible. A pesar haber satisfecho las normas de Suabia (matrimonio y casa, dos hijos, dos coches), en su interior se aleja cada vez más de su entorno, se retrae, se deprime y pierde la iniciativa. Desarrolla una fuerte aversión no solo hacia la sociedad alemana occidental, sino también hacia Johannes, su marido y padre de sus hijos. Recuerda la RDA con añoranza creciente como una patria perdida. El 4 de octubre de 1990, fecha bien elegida por la autora, se divorcia de él, inmediatamente tras el Día de la Unidad Alemana.

Su camino de integración y su búsqueda de una identidad han fracasado. Katia está psicológicamente enferma. El bastidor compuesto por el fracaso de su construcción identitaria y sus sentimientos de culpa y su depresión explica, en la opinión del autor de esta reseña, la atribución de culpa que Katia hace a su entorno personal y a la sociedad de la República Federal de Alemania. La narradora en primera persona encuentra impresionantes hallazgos expresivos para evocar su falta de hogar y su depresión. He aquí algunos ejemplos:

«Si la guerra era fría, yo estaba congelada».

Ante la noticia de la muerte del padre, escribe: «Solamente dejó aquella información que, como una piedra, me hundió en un fango denso, en una cabeza desordenada para siempre, negro, oscuro».

En referencia a sus desganados retozos con el marido, ahora ya no amado, ofrece el siguiente recuerdo: «Dos cuerpos en contradicción. Johannes me agarró con fuerza. Nos abrazamos durante varios minutos. Y entonces todo sucedió con lentitud. Con demasiada lentitud».

La pérdida del amor y el distanciamiento hacia el marido los atribuye al hecho de «[que yo] guardara un frío rencor a Johannes por haberme arrancado de lo que fue mi vida».

Katia formula su desilusión de forma sucinta y punzante: «Johannes lo dejo todo por ti, Johannes que me quitaste todo. Johannes no existen fronteras, Johannes muro».

Cuando se divorcia, le vienen ideas nostálgicas y patéticas: «Yo era hija de un país antifascista, de un país que creía en la liberación, de un país presionado y empobrecido, rural y seguro, y, de alguna manera, tenía que rebelarme y marcharme de este otro».

Ella es consciente de que se trata de una «cadena de pensamientos desconectados», porque por entonces ya aquel país, la RDA, no existe.

Tras la caída del Muro en 1989, pasan otros dos años hasta que visita a su madre y a su hermana. En 1991, se produce el final en Berlín: nos enteramos de todo lo que ha sucedido desde que Katia se marchó hace veinte años, cosas totalmente ignoradas por ella. Su madre nunca ha asumido su marcha y ahora languidece en una silla de ruedas, cuidada por Martina. Al parecer, su padre fue detenido poco después, culpado por la fuga de Katia, y murió tras un largo encarcelamiento en una prisión de la RDA (en cualquier caso, después de 1981), siendo aún un comunista ortodoxo, aunque sin esperanza. Los archivos de la Stasi sobre su padre muestran que había estado espiando a otros españoles exiliados como colaborador informal de la Stasi desde 1962.

La historia termina en 1991. La última palabra de la novela es poyejali. Esta palabra rusa ya había aparecido en otro punto de la novela, cuando Katia abandona la RDA: «Poyejali, me dije. Igual que Yuri Gagarin a bordo del Vostok 1, me fui sin saber que, como el cosmonauta, tampoco encontraría a Dios al otro lado».

No se sabe con certeza qué significa esta palabra de despedida, colocada al final de la novela: tal vez un nuevo comienzo. Si se toma también en consideración la primera frase del prefacio de la novela, «Katia Ziegler destapa la estilográfica con la que ha firmado todos los documentos importantes de su vida», podría entenderse que el primer paso de este nuevo comienzo es escribir sus recuerdos.

Una vez expuestas las líneas principales de la trama, el siguiente paso es presentar brevemente el estado de la ciencia histórica sobre el tema de los refugiados españoles de la guerra civil en la RDA.

4. Refugiados de la Guerra Civil española en la RDA: un reducto

No fue hasta poco después del cambio de milenio cuando comenzaron los estudios científicos sobre el tema (Heine 2001). A este interés inicial le siguió un número considerable de trabajos académicos. Ya en 2012 se disponía de un nivel de investigación que permitía hacerse una idea general sobre la situación de los españoles exiliados en la RDA. Son diversos los enfoques y los interrogantes planteados en los trabajos, al igual que hay diferencias en los detalles. No obstante, se puede contar con una imagen de conjunto generalmente compartida.

En primer lugar, es importante distinguir entre dos grupos de españoles exiliados en el periodo 1945-1956. El primer grupo estaba formado por los españoles que se hallaban en la SBZ y en el sector oriental de Berlín tras el fin del régimen nazi en 1945, casi todos los cuales habían sido «soldados de la República en la Guerra Civil española» (Uhl 2004, p. 235). Entre ellos se encontraban por lo general los españoles que habían sido traídos a Alemania desde su exilio en Francia para realizar trabajos forzados y que, en su mayoría, habían tenido que trabajar para la industria armamentística (acerca de los trabajadores forzados en los campos satélite de los campos de concentración, véase Meerwald 2022 y la reseña sobre esta obra en Spanienecho). Tras la toma de Berlín, la Unión Soviética permitió a este grupo de personas regresar a Francia o a la Unión Soviética o permanecer en Berlín (Alted Vigil 2002, p. 143). Este grupo de personas podría ampliarse para incluir otros elementos, como trabajadores contratados voluntarios de la España de Franco o españoles pro-franquistas en suelo alemán. Se estima el tamaño del grupo en unas cuarenta o cincuenta personas (Eiroa 2018, p. 145) o unas pocas docenas (Kreienbrink 2005, p. 319).

El núcleo de este grupo, que se consideraba republicano y comunista, se constituyó a partir de 1947 en el comité de ayuda a las víctimas del fascismo llamado ERE (Emigración Republicana Española) (Uhl 2004, p. 236). Según datos de esta organización, en 1948 contaba con unos treintaicinco miembros (Kreienbrink 2005, p. 319). José Quevedo estuvo inicialmente al frente de la organización. Sin embargo, el SED y el PCE denegaron el reconocimiento del comité. Dolores Ibárruri, secretaria general del PCE por entonces, afirmaba en una carta muy citada a Wilhelm Pieck (Presidente del SED), con fecha del 9.9.1947: «Incluso los que estuvieron en campos de concentración y no fueron a Francia con los demás deben ser tratados con cautela. En cualquier caso, no podemos garantizar a ninguno de ellos. Por lo tanto, le rogamos que no recurra a esos españoles, porque no son políticamente fiables en absoluto» (usamos para la cita el texto de Poutrous 2004, p. 364). El ERE fue disuelto más tarde, en 1949. Posteriormente, se prohibió a los miembros de este grupo afiliarse al PCE o al SED, pero no se llegó a expulsar a ningún miembro de este grupo de la RDA (Drescher 2008, p. 36).

El segundo grupo de refugiados españoles de la guerra civil llegó a la RDA en 1950 como consecuencia de la acción policial denominada «Opération Boléro-Paprika», ordenada por el Estado francés en septiembre de 1950 y dirigida contra miembros de partidos comunistas extranjeros, especialmente del PCE. Fueron detenidas 292 personas de doce naciones, entre ellas 251 españoles. En el curso de la Guerra Fría, los comunistas españoles ya no eran considerados como una oposición antifranquista, sino como una quinta columna estalinista. «Al final, como resultado de la operación Boléro-Paprika, 176 españoles fueron detenidos y la mayoría puestos bajo arresto domiciliario en Córcega o Argelia. Pero treintaitrés de ellos fueron deportados inmediatamente a la RDA por el Ministerio del Interior vía Estrasburgo. Unos meses más tarde tuvo lugar la reagrupación familiar en Dresde» (Denoyer 2011, p. 98). La operación Boléro-Paprika ha sido descrita en varias ocasiones (Heine 2001, Poutrous 2004, Uhl 2004, Kreienbrink 2005, Drescher 2008; con particular detalle, en Denoyer 2017, pp. 29-100; Eiroa 2018 estudia el exilio de comunistas españoles en la RDA y otros estados socialistas tras el Telón de Acero).

En mayo de 1951, el colectivo de Dresde (término utilizado tanto por el PCE como por el SED) contaba con 85 personas: 31 hombres, 21 mujeres, 33 niños y adolescentes. A grandes rasgos, estos españoles fueron bien tratados en la RDA, se les dio trabajo y vivienda y se les reconoció como víctimas del nacionalsocialismo. El trato comparativamente bueno a estos exiliados comunistas debe verse también a la luz de la legitimación de la RDA y de su mito fundacional como estado antifascista. La lucha de los comunistas alemanes en las Brigadas Internacionales y las notables trayectorias de antiguos combatientes alemanes en España en la política de la RDA, y ahora la acogida en la RDA de antiguos camaradas de armas expulsados de Francia, son partes de un único relato (para una discusión detallada, véase Uhl 2004). En este contexto, Denoyer afirma que los «españoles fueron instrumentalizados por la dirección de la RDA, a veces en un grado considerable, con el fin de obtener cierta legitimidad y ganancia de prestigio a expensas de su presencia, tanto a nivel internacional como frente a su propia población» (Denoyer 2011, p. 102).

Sin embargo, estos españoles exiliados también estaban vigilados y controlados por el Partido Comunista de España, el SED y, en algunos casos, el Ministerio de Seguridad del Estado. No hay que olvidar que los miembros del colectivo de Dresde también estaban «estrechamente vigilados por los suyos» (Uhl 2004, p. 243). El mayor colectivo de españoles comunistas en el exilio estaba en Dresde. También había otro, más pequeño, en Berlín (Chmielorz 2016). En 1960 se fundó un tercer colectivo en Leipzig (Denoyer y Faraldo 2011, p. 194), que tiene menos interés aquí porque ya no se trata de refugiados de la guerra civil, sino principalmente de estudiantes «que habían cumplido condena en prisión en España por motivos políticos» (Kreienbrink 2005, p. 324).

Hasta 1968 se puede hablar de una estrecha cooperación entre el PCE y el SED. Tras la Primavera de Praga y la invasión de Checoslovaquia por el Pacto de Varsovia, las relaciones entre el PCE, ahora eurocomunista, y el SED, leal a Moscú, se deterioraron (véase Denoyer y Faraldo 2011, pp. 190-197). Este conflicto provocó tensiones en el seno del PCE, expulsiones de partidos y fundación de nuevas formaciones. También dividió a los colectivos de exiliados españoles en Dresde y Berlín, en los que la mayoría de los miembros seguían defendiendo la ortodoxia prosoviética y condenaban la línea oficial del partido de Santiago Carrillo. Esta disputa dificultó la convivencia en los colectivos (Denoyer y Faraldo 2011, p. 194 y ss.). Una parte ya no hablaba con la otra y las personas se evitabam (Drescher 2008, pp. 63-68; para el colectivo de Berlín, Chmielorz 2016). El Ministerio de Seguridad del Estado, MfS, también controlaba y observaba a los miembros de los colectivos con la ayuda de colaboradores españoles no oficiales (Denoyer y Faraldo 2011, p. 96). «El distanciamiento definitivo entre el SED y el PCE tuvo lugar en 1973, cuando el gobierno de la RDA estableció relaciones diplomáticas con la España franquista» (Denoyer y Faraldo 2011, p. 197).

5. La historia en la novela, y la disciplina histórica

5.1 Lo que se nos dice del padre

Katia no sabía gran cosa del padre: «Pero papá no contó nada porque nadie preguntó». Con motivo de cumplir dieciocho años su hija, la madre le proporciona algunos datos clave sobre la historia familiar. En 1936, el padre se fue a la montaña como voluntario en la Guerra Civil española para luchar por la Segunda República española contra los sublevados. En el verano de 1937, reapareció en el pueblo durante tres días; se casaron: «En nuestro relato familiar, lo siguiente es mi padre en el treinta y ocho saliendo de España y llegando a Moscú». Allí se convierte en «un pequeño comisario de provincias» (sea esto lo que se quiera, KB). En 1946 abandona la URSS y se traslada a Dresde (SBZ), donde comienza a aprender alemán. La madre de Katia sigue a su marido al exilio en 1946, dejando atrás la España franquista con arriesgados expedientes. «Mis padres se encontraron en Dresden… en una pequeña comunidad de españoles». Consiguieron alojamiento y trabajo gracias al Partido. La madre de Katia deseaba entonces «que papá se alejara del partido» y consecuentemente impulsó el traslado a Berlín. Katia vino al mundo allí en 1950 y su hermana Martina tres años después. La mención de la «historia familiar» implica sin duda la posibilidad de que no todo lo que dice la madre de Katia sea cierto.

De la literatura sobre el exilio de los refugiados españoles de la guerra civil en la Unión Soviética se sabe que al final de la guerra civil en marzo/abril de 1939 (no en 1938) unos 1.000 españoles, en su mayoría pertenecientes o cercanos al PCE, fueron acogidos por la Unión Soviética. La mayoría de estos refugiados solo pudieron abandonar la URSS tras la muerte de Stalin. Sin embargo, en un estrecho intervalo temporal en torno a 1946, a algunos españoles se les permitió ir a Francia o América Latina (Alted 2002, pp. 131, 138ss., 143; y Lister 2005, p. 301). No hay indicios de que ninguna de estas personas fuera a la SBZ.

A tenor de lo indicado en la bibliografía, parece muy poco probable que un miembro del Partido Comunista de España, que había pasado ocho años en la URSS y no hablaba alemán, decidiera ir a Dresde en 1946, antes de que se fundara la RDA. El colectivo de exiliados de los comunistas españoles en Dresde al que se alude no existía en aquel momento; sólo surgió a raíz de la operación Boléro-Paprika en 1950/51. La decisión de trasladarse de Dresde a Berlín, siguiendo los deseos de la esposa, porque no apreciaba la proximidad de su marido al partido, supone también un grado de libertad de elección por parte del individuo bastante improbable. Es difícil imaginar un simple cambio de residencia sin la aprobación del SED y el PCE. La novela tampoco establece ninguna relación entre el traslado de Dresde a Berlín y el pequeño colectivo de comunistas españoles que existió en Berlín a partir de 1950/51.

Por lo tanto, Moreno Durán ha construido una biografía del padre muy atípica, por no decir imposible. Se mezclan los datos sobre los españoles exiliados que vivían en suelo alemán antes de la fundación de la RDA y los que llegaron a Dresde en 1950/51 con la Operación Boléro. Hubiera sido fácil para la autora proporcionar una biografía históricamente más realista del padre, por ejemplo, como refugiado de la guerra civil que, tras un primer exilio en la URSS (1939-1946), llegó a Francia en 1946, para ser deportado a la RDA en 1950 como consecuencia de la Operación Boléro, agregándosele su esposa al año siguiente.

5.2 La aparición en la novela de José Quevedo, el profesor De Vega

La persona del profesor español De Vega en la Universidad Humboldt de Berlín merece especial atención para comprender el encuadre histórico que la autora hace suyo. De él sabemos que estuvo del lado de la República española, huyó de la España franquista y abrió una librería en Berlín ―ya en la época del nacionalsocialismo― y colgó en ella un retrato de Franco para engañar a los nazis. Poco después de conocer a Katia (en 1971) y a su padre, de quien el lector se entera más tarde que espiaba a otros españoles exiliados, De Vega deja de dar clases en la universidad.

En la persona de este conferenciante se adivina la de José Quevedo, bien conocido por los historiadores (cf. p. ej. Uhl 2004, p. 236ss., Drescher 2008, p. 37), de cuya vida hizo su hija Núria Quevedo un relato detallado y fascinante en 2004, en conversación con Mercedes Álvarez (Álvarez y Quevedo 2004). José Quevedo es conocido como dirigente de la Asociación de Emigrantes Republicanos y Comunistas ERE (véase más arriba), fundada en 1947. Fue miembro del PCE en España y fiel soldado de la aviación. En 1939 tuvo que huir de España, pasó por varios campos de internamiento franceses y luego trabajó en la industria armamentística alemana en Berlín de 1941 a 1945 (como muchos refugiados de la guerra civil deportados de Francia o reclutados a través de la organización Todt). En su apartamento de Berlín tenía una foto de Franco encima de la cama. Después de la Segunda Guerra Mundial, concretamente en 1952, trajo de España a su mujer y a su hija Núria. Para entonces ya había abierto la «Librería Internacional Quevedo». En la Universidad Humboldt dio clases a través del gran romanista Werner Krauss (a quien Hans Ulrich Gumbrecht dedicó en 2002 un memorial muy sensible y conmovedor). Quevedo enseñó en la HU hasta 1954. Entonces, sin embargo, se solicitó a Dresde un nuevo profesor de español y, según Drescher, «hay que suponer indudablemente que hubo una destitución forzosa de Quevedo» (Drescher 2008, p. 115). Por cierto, un reportaje de Deutschlandfunk sobre el colectivo de españoles exiliados de Berlín Este (Chmielorz 2016) confirma que hubo trámites para contratar a un nuevo profesor de español en 1954.

Las similitudes entre el personaje de la novela y los recuerdos que Núria Quevedo tiene de su padre son asombrosas. Sobre el profesor De Vega se indica en la novela que «se jactó… de ser descendencia del mejor poeta en español de todos los tiempos, Lope de Vega». Núria Quevedo recuerda a su padre: «Mi padre siempre soñó con ser descendiente de Don Francisco» (Álvarez y Quevedo 2004, p. 33). En evidente referencia a los escritores del Siglo de Oro Félix Lope de Vega y Francisco de Quevedo.

Ante la indignación del comunista ortodoxo por su peculiar estilo de vida, responde De Vega: «Ya, ¿que va a venir a contarme la vida usted a mí? Supervivencia lo llamo yo». Núria Quevedo, ante el hecho de que su padre trabajó para los nazis, responde: «Con tal de salvar la vida, uno lo intentaba todo, no hay duda» (Álvarez y Quevedo 2004, p. 25).

Desde el punto de vista de la verosimilitud histórica, la historia del señor De Vega es altamente improbable. ¿Cómo pudo un refugiado republicano de la guerra civil, que había encontrado el camino a la Alemania nazi, abrir una librería en Berlín en tiempos de guerra y luego seguir dirigiéndola en la RDA hasta por lo menos los años setenta? El empleo habitual de los refugiados españoles de la guerra civil en la Alemania nazi era como trabajadores contratados o forzados en la industria armamentística.

Hay un juego intertextual oculto entre la novela y los recuerdos de Núria Quevedo y Mercedes Álvarez. La figura del profesor De Vega, tal como se muestra, incorpora visiblemente información sobre José Quevedo. Asimismo, en el decorado de los miembros del núcleo familiar formado por el padre, la madre, Katia y la hermana Martina, aparecen numerosos fragmentos de los recuerdos de las dos verdaderas hijas de comunistas. Alejándose de la conocida frase «todo parecido con personas vivas o muertas es pura coincidencia», los parecidos con personas vivas o muertas en la obra de Moreno Durán no son en absoluto accidentales. Lo que ocurre es que las biografías sobre los destinos de distintos refugiados que ha construido a partir del material disponible no son fiables en algunos aspectos. Pero a la mayoría de los lectores no deberían molestarles las pequeñas incoherencias históricas.

5.3 La ausencia de preocupaciones políticas en Katia

La historia contemporánea queda en gran medida al margen de la novela, ya que la protagonista es retratada como apolítica. Ello es particularmente evidente en el hecho de que el conflicto entre los comunistas leales a Moscú y el Partido Comunista Español bajo la dirección de Santiago Carrillo, que seguía una línea eurocomunista y que dividió a los exiliados españoles en la RDA en dos bandos desde finales de los años sesenta, tanto en Dresde como en Berlín, no aparece en ninguna parte (véase más arriba). Ni siquiera la invasión de Checoslovaquia por el Pacto de Varsovia en 1968, condenada por el PCE y apoyada por el SED, que exacerbó el conflicto existente entre los exiliados, se cuela en la novela, aunque la protagonista tiene entonces dieciocho años, conoce a otros jóvenes y estudia en Berlín. Lo que le preocupa en 1971 es el décimo Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, que ella ayuda a preparar. El hecho de que dicho festival no se celebrara en 1971, como se afirma en la novela, sino en 1973, no es decisivo para el curso de la historia.

No se presta tampoco atención al conflicto entre el SED y el PCE en torno a 1973, cuando la RDA reconoció diplomáticamente el régimen de Franco. Tampoco se mencionan las manifestaciones en la República Federal contra el régimen en España en su brutal fase final. Deprimida y atrincherada en la región de Suabia, la protagonista vive la República Federal de los años setenta y ochenta con los clichés de los años cincuenta: conseguir una casa, coche, hijos, el marido trabajando hasta caer rendido, bebiendo sus cervezas ante el televisor cada noche, la mujer atada a la casa. La percepción de los cambios políticos y de la realidad tanto en la RDA como en la República Federal parece extrañamente limitada y nublada.

5.4 Los problemas de identidad de Katia

El tema de la difícil formación de la identidad de los hijos de comunistas españoles en la RDA ha sido objeto de estudio académico (Denoyer 2011, 2017). Por lo general, eran importantes al menos dos fuentes de identidad: una, que los padres transmitían a sus hijos, y otra que ofrecía el país de acogida (Denoyer 2011, p. 106). A menudo, sin embargo, un tercer país, Francia o Rusia, por ejemplo, también desempeñaba un papel. Precisamente, las ricas biografías de Mercedes Álvarez y Núria Quevedo muestran de forma impresionante que la experiencia del exilio de las hijas de comunistas también puede generar nuevas identidades, complejas y exitosas.

También es interesante en el estudio de Denoyer la constatación de la gran importancia de la RDA y el apego a ella: «No es un factor menor el hecho de que los hijos de los exiliados han desarrollado una relación especial, en tanto que duradera, con la RDA. Aunque ciertamente reconocen las debilidades del régimen de Alemania del Este y condenan la falta de libertad que allí reinaba, defienden hasta hoy el país desaparecido […]» (Denoyer 2011, p. 108). Denoyer añade: «Para la segunda generación de españoles en la RDA, el exilio político [se convirtió entonces] en una experiencia biográfica estructurante en la que el sentido de la nacionalidad y de la identidad, así como las relaciones con la sociedad de origen y de acogida, tuvieron una importancia especial» (Denoyer 2011, p. 109).

Lo mismo puede decirse de la protagonista de la novela. Con respecto a su infancia y juventud en la RDA, se puede hablar de una «experiencia biográfica estructurante». En años posteriores, sin embargo, su punto de referencia es diferente: son las decepcionantes experiencias en la República Federal las que la llevan a un creciente rechazo de las condiciones de vida allí y a una revalorización nostálgica de la RDA.

Queda por preguntarse qué papel desempeña España, como «sociedad de origen» transmitida a través de los padres, en la formación de la identidad de la protagonista. El hecho de que Katia proceda de una familia de emigrantes españoles en la RDA apenas desempeña un papel en su desgracia y sufrimiento en la novela. No se siente atraída por España y no intenta establecer contacto con sus parientes en España. En 1989, pisa suelo español por primera vez en su vida. Un viaje a España planeado y forzado por su marido, Johannes, sin su conocimiento, se convierte en un fiasco. La visita obligada al pueblo natal de sus padres, Dos Aguas, se interrumpe bruscamente. España no es un hogar posible para ella y, desde luego, no es un lugar de añoranza. Con su historia de vida y la historia migratoria de sus padres, no parece tener conexión alguna con la España actual. Sus problemas de identidad, marcados por la vergüenza y el sentimiento de culpa, son probablemente los principales responsables de este sentimiento. El hecho de que España se constituyera como monarquía después de Franco y que la tematización política de las injusticias cometidas contra los republicanos fuera prácticamente inexistente en aquel momento (1989), por otra parte, es probablemente menos relevante para el sentimiento de no pertenencia de Katia.

Katia representa no sólo un caso atípico, sino también altamente improbable, de española exiliada de segunda generación. Su conflicto de identidad es predominantemente interior: RFA = extranjería, frente a RDA = patria. Su desconocimiento político es tal que ni siquiera defiende los logros de la RDA en cuanto al papel de la mujer en un sentido progresista. Los valores comunistas de su padre tampoco la llevan a orientarse políticamente ni siquiera a organizarse. Lo que queda es una joven inmadura que se traslada de la RDA a la RFA por una relación sentimental, se siente decepcionada tanto por la relación como por la vida en Occidente, permanece allí como una extraña, se deprime y añora su antiguo hogar.

El autor de esta reseña ignora si se dio el caso de que la hija de uno de los pocos comunistas españoles exiliados en la RDA se fuera alguna vez a la RFA, y de que un comunista español ortodoxo llegara a ser condenado a diez años de cárcel (y finalmente incluso muriera en prisión) porque su hija adulta había huido a la RFA. Si tal historia hubiera existido realmente, difícilmente habría permanecido oculta a los exiliados españoles y, por tanto, se habría conocido.

6. Reflexión final

Queda por decir que la novela de Moreno Durán llama la atención sobre un apasionante capítulo de la historia germano-española: la vida de los refugiados españoles de la guerra civil y sus hijos en la RDA. La capacidad lingüística de la autora para transmitir al lector situaciones, estados de ánimo y sensibilidades con pocas palabras, frases cortas y concisas, condensaciones poéticas, comparaciones originales, contrapuntos, alusiones y silencios es su punto fuerte. Por eso muchos disfrutarán inicialmente con la novela, siguiendo a la protagonista mientras rememora sus años en la RDA de 1956 a 1971 de forma anecdótica, colorista y con su peculiar estilo. La parte que transcurre en la República Federal de Alemania decae considerablemente.

El período comprendido entre 1971 y 1991, que transcurre en la RFA, es un tiempo de plomo. Sólo partiendo de la base de una depresión creciente de la protagonista, una capacidad de acción paralizada y una percepción del mundo a través del velo del sufrimiento psicológico, puede parecerle creíble esta parte al autor de esta reseña. La depresión, junto con el desinterés de la protagonista por los acontecimientos políticos de aquí y de allá, y la poca importancia que España juega para su identidad, reducen esta parte a una construcción artificial cifrada en las ecuaciones Este = Hogar, Occidente = Extranjero. En cierto modo, lo ingenioso de todo ello es que la protagonista repite el destino de su madre, que vivió la RDA como extranjera, no se integró y no quiso integrarse. Katia sería así mucho más hija de su infeliz madre que de su padre comunista. El paralelismo llega hasta el punto de que la fatal decisión de la madre residente en España de seguir a su marido a la RDA se repite en la fatal decisión de su hija de seguir a su posterior marido Johannes a la RFA. Extrañeza y sufrimiento para madre e hija en ambos bandos. El corazón de una había de helarse en la RDA, el de la otra en la RFA.

El examen de la relación entre los hechos y la ficción en la narración ha demostrado que, contrariamente a lo que esperábamos, la autora no pretende ajustar de la mejor manera posible su construcción novelesca a los hechos históricos conocidos y a la realidad de la vida de los exiliados de primera y segunda generación, profundizando así en nuestra comprensión de sus vidas y destinos. Por el contrario, se hace mucho por mantener la realidad a distancia. La constelación RDA-RFA elegida es en principio (hasta que se demuestre lo contrario) producto de la imaginación, pura ficción. El medio más importante para mantener la realidad a distancia se encuentra en la constitución psicológica del protagonista tras su traslado a la RFA, que parece casi orientada a no ver la realidad con claridad: por su inmadurez, su falta de interés por los acontecimientos políticos, su falta de iniciativa y, sobre todo, por su depresión.

Se aprende mucho más que en la novela en la conversación entre Mercedes Álvarez y Núria Quevedo (2004) sobre las hijas de los comunistas españoles en la RDA. Nos gustaría ver el libro resultante traducido al español. También sería muy oportuna una obra histórica bien fundamentada sobre los refugiados republicanos que ya se encontraban en Alemania en 1945, inmediatamente después del final de la Segunda Guerra Mundial, y que posteriormente vivieron en la RDA. La vida aventurera de José Quevedo merece un relato propio.

Nota de una lectora (2 de abril de 2023): En realidad, la versión española deseada del libro está ya disponible desde 2012: Mercedes Álvarez y Nuria Quevedo: Ilejanía. La cercanía de lo olvidado (un diálogo sobre el exilio). Muséu del Pueblu d’Asturies y Ayuntamientu de Xixón: Gijón 2012; ISBN 978-84-96906-33-4. También está disponible la versión pdf del libro.

7. Bibliografía

  • Alted Vigil, Alicia: Los exilios en la España contemporánea. En: Ayer (Asociación de Historia Contemporánea), 2002, nº 47, pp. 129-154
  • Álvarez, Mercedes y Quevedo, Núria: Ilejanía-Unferne: die Nähe des Vergessenen. Ein Gespräch. BasisDruck: Berlin 2004
  • Alvite, Maite, en conversación con Aroa Moreno Durán. Diario de Ibiza, del 13 de marzo de 2019
  • Chmielorz, Rilo: Operation Bolero. Das spanische Kollektiv in Ost-Berlin. Manuscrito para la emisión de Deutschlandfunk el 10 de mayo de 2016 (19:15-20:00)
  • Denoyer, Aurélie: Les réfugiés politiques espagnols en RDA. En: Trajectoires 3 | 2009
  • Denoyer, Aurélie: Integration und Identität. Die spanischen politischen Flüchtlinge in der DDR. En: Kim Christian Priemel (ed.): Transit-Transfer: Politik und Praxis der Einwande­rung in die DDR 1945-1990. Sächsische Landeszentrale für Politische Bildung: Dresden 2011, S. 98-112
  • Denoyer, Aurélie: Exil als Heimat. Die spanischen kommunistischen Flüchtlinge in der DDR. Individuelle Lebensläufe, Kollektivgeschichte. Proyecto de tesis doctoral. En: The International Newsletter of Communist Studies XVIII, (2012), nº 25. pp. 40-43
  • Denoyer, Aurélie: L’exil comme patrie. Les réfugiés communistes espagnols en RDA (1950-1989). Trajectoires individuelles, histoire collective. En: Trajectoires 6 | 2012 
  • Denoyer, Aurélie: L’exil comme patrie. Les réfugiés communistes espagnols en RDA (1950-1989). Presses universitaires de Rennes: Rennes 2017; disponible en línea; publicación basada en la tesis de 2012.
  • Denoyer, Aurélie y Faraldo, José M.: «Es war sehr schwer nach 1968 als Eurokommunis­tin». Emigration, Opposition und die Beziehungen zwischen der Partido Comunista de Es­paña und der SED. En: Arnd Bauerkämper und Francesco Di Palma (eds.): Bruderparteien jenseits des Eisernen Vorhangs. Die Beziehungen der SED zu den kommunistischen Parteien West- und Südeuropas (1968–1989). Ch. Links Verlag: Berlin 2011, pp. 186-202
  • Drescher, Johanna: Asyl in der DDR. Spanisch-kommunistische Emigration in Dresden (1950-1975). vdm-Verlag: Saarbrücken 2008
  • Eiroa, Matilde: Españoles tras el Telón de Acero: El exilio republicano y comunista en la Europa socialista. Marcial Pons Ediciones de Historia: Madrid 2018
  • Gumbrecht, Hans Ulrich: Vom Leben und Sterben der großen Romanisten. Carl Hanser Ver­lag: München 2002
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  • Kreienbrink, Alexander: Der Umgang mit Flüchtlingen in der DDR am Beispiel der spani­schen ‚politischen Emigranten‘. En: Totalitarismus und Demokratie, 2(2005)2, pp. 317-344
  • Lister, Enrique: Vorgeschichte und Voraussetzungen der Ansiedlung der spanischen kommu­nistischen Emigranten in Osteuropa. En: Totalitarismus und Demokratie, 2(2005)2, pp. 289-316
  • Meerwald, Johannes: Spanische Häftlinge in Dachau. Bürgerkrieg, KZ-Haft und Exil. Wall­stein Verlag: Göttingen 2022
  • Poutrus, Patrice G.: Zuflucht im Ausreiseland. Zur Geschichte des politischen Asyls in der DDR. En: Jahrbuch für Historische Kommunismusforschung 11. Jg. (2004), pp. 355-378
  • Strode, Sara, entrevista con Aroa Moreno Durán. En: El papel amarillo (blog de críticas literarias) del 23 de julio de 2018
  • Uhl, Michael: Mythos Spanien. Das Erbe der Internationalen Brigaden in der DDR. Dietz: Bonn 2004.
  • Whittemore, Katie, entrevista con Aroa Moreno Durán. En: H for History Blog del 8 de febrero de 2021

Aroa Moreno Durán: Die Tochter des Kommunisten.
btb Verlag: München 2022, ISBN 978-3-442-75904-0

Aroa Moreno Durán: La hija del comunista (Kindle-Version).
Penguin Random House Grupo Editorial España: Barcelona 2017, ISBN: 978-84-15451-81-5

Birgit Aschmann: Beziehungskrisen. Eine Emotionsgeschichte des katalanischen Separatismus ― Crisis de relaciones. Una historia emocional del separatismo catalán


Un libro de fácil comprensión sobre un problema difícil de comprender

Reseña de Knud Böhle (Spanienecho de 19.10.2021), traducción de Pascual Riesco Chueca (Spanienecho de 29.09.2022)

Entender a los catalanistas

Para quienes, de forma desprejuiciada, se interesan en Alemania por la política, no resulta fácil entender el nacionalismo catalán y su objetivo de fundar un nuevo estado nacional segregándose de España. Sobre la comprensión de lo foráneo pesa una dificultad añadida, el hecho de que en Alemania no existe actualmente ningún problema real de nacionalidades ni hay movimientos independentistas. De ahí la ausencia en Alemania de partidos políticos relevantes que pongan en cuestión los fundamentos de la constitución y, con ello, la estructura del estado. El texto publicado por la editorial Wallstein de la historiadora Birgit Aschmann, profesora en la Universidad Humboldt de Berlín, se propone hacer accesible a un público amplio el nacionalismo catalán y, específicamente, su radicalización como movimiento independentista a partir de aproximadamente 2010.

La increíble curva de crecimiento del separatismo catalán

En 1976, el primer año tras la muerte de Franco, solo un dos por ciento de los catalanes apoyaban la independencia (cf. p. 159). En el referéndum constitucional de 1978, que otorgó a nacionalidades y regiones el derecho a la autonomía, participó el 68 % de los catalanes y de ellos 90,5 % votaron a favor de la nueva constitución. Cuatro décadas más tarde, el panorama es radicalmente diferente: el presidente de gobierno de la comunidad autónoma de Cataluña, Carles Puigdemont, anunció el 10 de octubre de 2017: «Cataluña se constituye en un estado independiente en forma de república» (cf. p. 230). Es cierto que, segundos más tarde, esta declaración unilateral de independencia quedó suspendida. Pero el 27 de octubre del mismo año fue sometida a votación la declaración de independencia en el parlamento autonómico catalán, la Generalitat. La mayoría de los diputados, por entonces en manos de los separatistas, era favorable: del total de 135 diputados en el parlamento, 72 eran independentistas. En la votación celebrada el 27 de octubre, hubo 70 votos válidos pro independencia.

El proceso constitucional de un nuevo estado nacional, la República Catalana, previsto tras esta declaración unilateral de independencia, no llegó a activarse de facto. El mismo día, el gobierno catalán fue depuesto, el parlamento fue disuelto y se estableció una administración judicial basada en el artículo 155 de la constitución española. Paralelamente, se convocaron nuevas elecciones para la comunidad autónoma. Pocos días después se dictaron órdenes de detención para los principales protagonistas del movimiento independentista. Tras las elecciones del 21 de diciembre de 2017 hubo que esperar al 14 de mayo de 2018 para que se formara un nuevo gobierno en Cataluña y concluyera la administración judicial.

En aquellas fechas los partidos favorables a la independencia de Cataluña tenían una ajustada mayoría en el parlamento catalán. Ello no significa automáticamente que contaran con el respaldo de una mayoría de la población. El sistema de voto y la participación electoral deben ser tenidos en cuenta para interpretar los datos. En 2017, una mayoría separatista de escaños no se correspondía con una mayoría de votos.

A tenor de los resultados hubiera podido establecerse tras las últimas elecciones del 14 de febrero de 2021 una coalición de gobierno izquierdista, específicamente socialdemócrata. Pero ello iba contra los intereses de la mayoría separatista en el parlamento, que se aferraba al proyecto político de la independencia. En el seno de los partidos de gobierno coexistían entonces distintas opiniones sobre cómo acceder al objetivo de la independencia de Cataluña, a corto plazo o más bien a medio y largo plazo; y sobre la cuestión de si la declaración unilateral de independencia seguía siendo una opción política. Parecían existir también entre los nacionalistas catalanes separatistas no genuinos, para quienes la petición de independencia era un medio estratético para forzar al estado central a sentarse a la mesa, consiguiendo un estatus especial y ventajoso para Cataluña dentro del estado autonómico.

Desde el punto de vista jurídico se distingue a veces entre separación y secesión, consistiendo la primera en una aceptación por parte del estado central de la escisión (por ejemplo, a raíz de un referéndum legal), mientras que la segunda implica la no aceptación por el estado central de la división, como es el caso en la declaración unilateral de independencia de Cataluña en 2017. Por añadidura, un estado nuevo originado por el segundo tipo de escisión tendría comparativamente pocas oportunidades de conseguir el reconocimiento internacional.

El dinamismo del procés visto a través de la historia de las emociones

La pregunta central del libro es cómo pudo pasarse de un catalanismo político relativamente poco virulento, al menos hasta el año 2006, a este inverosímil robustecimiento del nacionalismo catalán. ¿Cómo pudo ocurrir que la construcción y profundización de la autonomía (autonomismo) dejara de ser el objetivo compartido por amplios sectores del catalanismo político, para ceder su lugar a un nuevo horizonte de expectativas, la separación de España y la fundación de un estado propio?

Para entender mejor la dinámica del procés, se esfuerza Aschmann en seguir los giros y mutaciones del catalanismo político desde sus comienzos hasta la actual situación a finales de 2020. Lo peculiar de su análisis, también si se compara con los numerosos estudios españoles acerca del procés, es la perspectiva de su investigación, centrada en la historia de las emociones (cf. pp. 15 y 160). Consecuentemente, su atención se dirige a fenómenos como la política emocional entendida como medio de dominación e instrumento de poder, a la lógica inherente a las emociones, y a la dialéctica entre construcción emocional de la comunidad y exclusión social. En la dinámica del proceso juegan un papel destacado las expectativas, decepciones, temores e ira, indignación y resentimientos.

El reciente nacionalismo catalán es percibido pues, no como un peculiar movimiento territorial, socialmente singular, sino que es puesto en el contexto más amplio de una cultura de las emociones que en las dos últimas décadas registra una apreciable transformación, caracterizada por una creciente intensificación emocional de política y sociedad. Esta transformación es entendida ―remitiendo al sociólogo An­dreas Reckwitz ― como signo de la modernidad tardía, vinculándola a fenómenos como el nacionalismo y populismo en auge, los movimientos sociales de la indignación, y la activación social en torno a cuestiones de identidad ―y en particular, también de identidades colectivas―. También desde otro punto de vista, el nacionalismo periférico catalán rehuye actuar en solitario, observando a otros nacionalismos periféricos y aspiraciones separatistas fuera de su territorio y manteniendo contacto con ellos. En España, la referencia principal es sin duda la trayectoria del País Vasco (cf. pp. 194 ss.).

El catalanismo desde sus comienzos en el siglo xix hasta el fin del franquismo

Tras la introducción, con la explicación del procedimiento y los interrogantes planteados, se procede a tratar la historia y, con ella, la historia emocional del catalanismo de forma cronológica en tres capítulos (véase al respecto el detalle del índice de contenidos en alemán). Es característico del siglo xix un regionalismo de doble identidad y la coexistencia de comunidades emocionales (capítulo II). El capítulo III describe la emergencia del nacionalismo catalán a partir de 1898 en el contexto de la historia de España y Cataluña hasta la muerte en 1975 de Franco. Este periodo comprende la monarquía hasta la dictadura de Primo de Rivera, la dictadura de Primo (1923-1930), la etapa de la segunda república y la guerra civil (1931-1939) y, por último, el largo tiempo de la dictadura de Franco, hasta 1975. Se explica cómo el nacionalismo centralista español durante ambas dictaduras no consiguió sofocar el nacionalismo periférico catalán, sino que incluso lo reforzó indirectamente. Aschmann habla de la dialéctica entre las exigencias autonómicas catalanas y el nacionalismo español (p. 68). Incluso hoy día puede detectarse una especie de acaloramiento nacionalista.

Es verdad que al comienzo de los años de la república se proclamó una república catalana «dentro de la Federación de Repúblicas Ibéricas» (1931), proclamación que fue retirada tres días más tarde; en 1934 se constituyó un estado catalán «dentro de la República Federal Española», abolido por la fuerza diez horas más tarde. Pero ninguno de los dos avances en la dirección federal llegaron a realizarse; fueron de corta duración y debidos a circunstancias históricas muy especiales. De hecho, durante la segunda república se alcanzó un estatuto de autonomía para Cataluña. A esta línea pudo darse continuidad en 1975.

Durante el franquismo se consolidó en el seno del catalanismo, según la autora, «la fuerza hegemónica del catalanismo católico», opuesto a la dictadura y unificador de los catalanes (p. 101). Es destacable también la creación de robustas organizaciones de la sociedad civil como Crist y Catalunya (1954) u Òmnium Cultural (1961) ya en tiempos de la dictadura (cf. pp. 103, 107).

El catalanismo en la democracia, 1975 a 2010: autonomismo y nation-building

En el periodo 1975-2009 (capítulo IV) tuvo lugar la aprobación de la constitución (1978) y la edificación del estado autonómico español (véase al respecto la discusión sobre derecho constitucional, reseñada en Spanienecho, en el libro de Aschmann y Waldhoff). En la comunidad autónoma de Cataluña gobernó entre 1980 y 2003 una coalición burguesa con Jordi Pujol como jefe de gobierno (presidente de la Generalitat). Hoy recibe esta era política la denominación de pujolismo, asociada a la profundización institucional de la autonomía (p. 128) en el sentido del nation-building (p. 133). Ello equivalía a una catalanización de la política lingüística, de la política mediática, de la política de educación y escuela, y, cuestión no menor, de la narrativa histórica.

Piedra angular de la revisión histórica fue la «narrativa victimista catalana», que, en su forma más abreviada se resume con las palabras de un independentista, «solo nos han dado palos» (cf. p. 187). Este punto de vista refleja el resentimiento que se nutre de repetidas derrotas (reales o imaginadas), persistentes experiencias de impotencia y la memoria activa de ello. Los rencores se combinan fácilmente con sentimientos de aversión. Para el movimiento independentista catalán fue decisiva la actualización del «resentimiento antiespañol catalán» (p. 190). Con tono moderado pero inconfundible señala Aschmann que también participaron en ello historiadores especializados: «la disposición a considerar como un hecho la opresión continuada por “España” era tanto mayor cuanto que los historiadores profesionales pusieron de su parte para hacer plausible esta tesis» (p. 187).

En 2003 sucedió a la alianza de partidos burgueses dirigidos por Pujol una coalición de izquierdas liderada por el socialista Pasqual Maragall, del PSC (Partit dels Socialistes de Catalunya). Un objetivo de este gobierno fue alcanzar un nuevo estatuto de autonomía para Cataluña en el que, entre otras cosas, Cataluña había de ser reconocida como «nación». Con ello, como expresa con cautela Asch­mann, «se tocaban ámbitos sumamente delicados de la constitución española» (p. 151).

Dado que no hubo examen preliminar sobre la constitucionalidad del estatuto de autonomía en proceso, este estatuto pudo ser aceptado en las Cortes españolas, aunque con considerables modificaciones del texto, y tras un referéndum favorable en Cataluña, entró en vigor en 2006. Seguidamente fue recurrido ante el Tribunal Constitucional por distintas instancias, destacadamente el principal partido de la oposición, el conservador Partido Popular. La decisión del alto tribunal se retrasó hasta 2010. Algunos artículos y disposiciones del estatuto fueron considerados contrarios a la Constitución. «El fracaso del intento de atribuir a Cataluña oficialmente el estatuto de “nación” fue el desencadenante de un giro político radical» (p. 160). A partir de entonces se constató un acelerado crecimiento del número de personas favorables a la independencia.

El catalanismo en democracia a partir de 2010: el procés, hijo de la indignación

Especialmente a partir de 2010 demostró la sociedad civil catalana su extraordinaria capacidad organizativa, su potencial movilizador y su llamativa creatividad. Un ingrediente fueron los «plebiscitos subversivos» (p. 168) entre 2009 y 2011, en los que casi el 60 % de los municipios catalanes votaron sobre si Cataluña debía convertirse en un «estado social, independiente y democrático en el seno de la Unión Europea» (cf. ibid.). Otro elemento fueron las manifestaciones masivas que se celebraron con ocasión del día nacional catalán, la Diada (11 de septiembre), y que pusieron en las calles, visiblemente, a cientos de miles y a veces más de un millón de personas. Aschmann subraya la significación de estas acciones performativas, colectivas, cargadas de emoción, en breve, del formar parte y contribuir activamente a ellas, para el sentimiento comunitario de los nacionalistas catalanes (p. 179). Era también inherente a la creatividad del movimiento el saber reforzar la capacidad de enganche entre sectores no separatistas de la población y de la vida pública. La exigencia del «derecho a decidir» (cf. p. 168) fue apoyada por una base más amplia que lo de los puros independentistas.

De igual importancia o incluso mayor si se contempla desde la perspectiva histórico emocional fue la transformación del emotional regime. Las dos principales organizaciones de la sociedad civil, Òmnium Cultural, encabezada por Muriel Casals, y la Assemblea Nacional Catalana (ANC), de nueva creación, con Carme Forcadell en la dirección, consiguieron, según Aschmann, revolucionar el emotional regime del movimiento y alumbrar una «revolución de las sonrisas» (revolució dels somriures). «No se trata en modo alguno de un pretendido comportamiento esencialmente “femenino”, sino de una estrategia deliberada de ambas mujeres para cosechar notables ganancias para el nacionalismo catalán en términos de simpatía en el interior y en el extranjero, aprovechando una específica gestión emocional. Ello exigía una rigurosa exclusión de emociones y prácticas agresivas» (p. 174).

Fue en 2012 cuando se hizo visible el giro decisivo desde el autonomismo al separatismo y se produjo la siguiente vuelta de tuerca independentista. En esta fase fue sintomática la novedosa colaboración de las organizaciones separatistas de la sociedad civil y el gobierno regional. El presidente Artur Mas y su partido habían apoyado hasta entonces la ampliación de los derechos y competencias de la comunidad autónoma. El fracaso en las negociaciones del gobierno regional en Madrid en torno a un nuevo acuerdo fiscal que consiguiera para Cataluña unas condiciones ventajosas, análogas a las que ya el País Vasco había conquistado (cf. p. 182), suscitó en Artur Mas un cambio de perspectiva y movió al cierre de filas con las fuerzas separatistas.

Escalada e implosión del procés

La nueva fase de escalada, minuciosamente descrita por Aschmann, prosiguió tras la Diada de 2012, cuando Artur Mas anunció «estructuras de estado para Cataluña», promovió en noviembre de 2012 con Diplocat un «servicio diplomático» para Cataluña y llamó a nuevas elecciones para fin de año, que debían tener carácter plebiscitario. En otras palabras: los votantes fueron llamados a votar por los partidos separatistas, para comisionar a esta facción el mandato de emprender nuevos pasos políticos hacia la secesión.

Bastan algunos sucintos indicios para evidenciar que el procés se encontraba ya por entonces en plena eclosión. Se iban emprendiendo más y más acciones difíciles o imposibles de armonizar con la constitución española: en 2013 proclamó el parlamento autonómico la soberanía del pueblo catalán; en 2014 tuvo lugar una consulta no vinculante (una especie de sucedáneo de referéndum de independencia); en 2015 se volvieron a celebrar elecciones de carácter plebiscitario; en junio de 2016 se decidió organizar ahora un referéndum vinculante sobre independencia; en septiembre de 2017 siguieron leyes preparatorias de la independencia; y en octubre de 2017 se llegó al referéndum y la proclamación de la república catalana.

A continuación, se produjo lo que ya arriba se ha indicado. Aschmann habla de una «virtual implosión silenciosa del procés» (p. 240). El hecho de que apenas hubiera violencia y que la intervención del estado central discurriera pacíficamente puede explicarse apelando al régimen emocional, al que iba aparejada de forma muy decisiva la no violencia, pero también a que los separatistas carecían de nociones precisas sobre los pasos y procedimientos ulteriores al momento de la declaración de independencia (cf. p. 241).

A ello se añade que también el gobierno central (tras su intervención violenta el día del referéndum del 2 de octubre) había aprendido que las fotos difundidas en los medios internacionales de policías dando golpes dañaban su imagen. Aschmann sugiere que las cosas pudieran haber sucedido de otro modo: «Era del todo desconocido qué hubiera pasado si en esta situación cargada de tensión se produjera el encontronazo entre elementos catalanes y españoles dispuestos a la violencia» (p. 242).

Resumen y observaciones finales

La autora proporciona en 250 páginas la mejor presentación hasta la fecha del catalanismo político desde sus comienzos hasta 2020 (para un público alemán). El tono es objetivo, la exposición concisa y el lenguaje pegadizo. La metodología elegida, basada en la historia emocional, demuestra cualidades como hilo conductor a lo largo del sucederse dinámico del procés. Parece también adecuada para llegar a un público amplio.

Como resultado, se ofrece una visión crítica, desde distintos ángulos, del movimiento independentista. Desde el punto de vista jurídico parecen problemáticas las vulneraciones separatistas del articulado de la constitución de 1978, así como el desacato de decisiones del tribunal constitucional. En cuanto a la objetividad, la reelaboración separatista de la narrativa de la historia hispanocatalana es problemática porque en muchos de sus puntos no puede comprobarse científicamente.

Han de añadirse dos notas críticas sobre la visión acerca de la democracia de los separatistas, que se consideraban a sí mismos ejemplarmente democráticos. Por un lado, Aschmann censura la falta de respeto de los separatistas hacia las reglas de juego del parlamento catalán (en particular durante la fase acalorada del procés, 2016 / 2017). Por otro lado, alude al déficit democrático del movimiento, que estriba en que los partidos separatistas, sobre la base de una exigua mayoría de escaños en el parlamento autonómico, se sentían autorizados a decidir unilateralmente en nombre de todos los catalanes (y todos los españoles) en una cuestión tan fundamental y tan decisiva para el futuro.

Un análisis histórico emocional, como el que aquí se dedica al procés, debe ser consciente del riesgo de atribuir especulativamente sentimientos que apenas pueden demostrarse empíricamente. Para el periodismo político, esto no es un problema, pero para la ciencia puede llegar a serlo. Un ejemplo: ¿qué sentimientos se apoderaron de Carles Puigdemont el día anterior al voto sobre la declaración de independencia del 27 de octubre de 2017? Según la autora «podrían haberse instalado en Puigdemont una confrontación entre miedos: el miedo a las consecuencias políticas, sociales y económicas de la independencia se enfrentaba al miedo ante el propio final de su carrera política y el desasosiego por la posible difamación de su persona» (p. 235). Ello es posible, pero lo desconocemos. Cabe añadir que la etiqueta de sentimiento elegida, «miedo», contiene también una componente de sugestión. En términos de enunciado (el miedo a las consecuencias de la independencia) podría también haberse elegido la expresión «sentimiento de responsabilidad», lo cual hubiera sonado diferente. Posiblemente, para tratar del procés y sus protagonistas, la responsabilidad sería la categoría políticamente más productiva.

Se puede dar por alcanzado el objetivo del estudio, de enfoque preciso, «analizar la lógica propia de las emociones, y consecuentemente entender lo sucedido, al menos retrospectivamente» (p. 15). Pero al mismo tiempo, ha sido la exitosa exploración de los mecanismos de escalada lo que despierta el deseo de comprender mejor y de otra manera aquello que caracteriza y motiva social, política y económicamente a las personas que se comprometieron con el movimiento independentista. Este desiderátum puede cifrarse para terminar en dos bloques de preguntas. Uno aborda el «resentimiento antiespañol»; el otro, los factores sociales que dieron un giro favorable a la causa catalanista.

En el libro se introduce el «resentimiento antiespañol» y el odio que se alimenta de él. Quedan en el aire las preguntas: ¿contra quién se dirige realmente este odio? ¿contra el gobierno central en Madrid en aquellas fechas? ¿contra cualquier gobierno en Madrid? ¿contra el sistema político? ¿contra los procedentes de otras partes de España que viven en Cataluña y que desean ser a la vez catalanes y españoles? ¿está confinado el resentimiento en los planos retórico-discursivos o se manifiesta en la vida cotidiana a través de prácticas en consonancia? ¿puede demostrarse la discriminación (presunta o real) de los no separatistas por los catalanistas en el día a día? Y, dicho de otra manera, ¿cómo se plasma en la vida cotidiana la opresión (presunta o real) de los catalanes, específicamente de los separatistas, a manos del estado central?

Este bloque de preguntas, que sondea la vida cotidiana de Cataluña, requiere investigaciones empíricas, así como el segundo bloque de preguntas, que apunta al sustrato social y los intereses de los agentes. ¿A qué círculos de personas seduce el separatismo, y a que intereses económicos va ligado? Aschmann da unas indicaciones iniciales sobre dónde es fuerte el movimiento independentista: algunos bastiones urbanos como Gerona en el nordeste catalán, y municipios del interior (cf. p. 169). Sería deseable dar pasos adicionales para describir la estructura del movimiento atendiendo a distribución de edades, nivel educativo, ingresos y posición social. ¿El catalanismo radical es más bien un fenómeno de clase media, o un movimiento transversal que se nutre de todas las capas sociales? ¿cuál es la caracterización social de los que no votan a los partidos separatistas o de los que se abstienen? ¿cuál es la actitud de las elites económicas y las familias catalanas hegemónicas ante el procés y cómo influyen sobre él? Tales cuestiones, es verdad, no recaen en principio en la órbita de la ciencia histórica, sino en la de otras ciencias sociales y el buen periodismo. Si ya existen investigaciones en esta línea en España, y en particular en Cataluña, sería de extraordinaria oportunidad dar a conocer también entre el público alemán sus resultados.

El procés no ha concluido. Lo que demuestra de forma impresionante el trabajo de Birgit Aschmann y lo que debe tenerse en cuenta para el futuro del conflicto es que pueden ocurrir muchas cosas y ni siquiera lo inverosímil puede ser descartado.


Birgit Aschmann: Beziehungskrisen. Eine Emotionsgeschichte des katalanischen Separatismus. Göttingen: Wallstein-Verlag 2021; ISBN 978-3-8353-3840-1

[Birgit Aschmann: Crisis de relaciones. Una historia emocional del separatismo catalán. Gotinga: Wallstein-Verlag 2021; ISBN 978-3-8353-3840-1]

El texto puede conseguirse en la editorial también como e-book en formato pdf.

Nicola Veith: Spanische Aufklärung und südwestdeutsche Migration | La Ilustración española y la emigración del Suroeste alemán

Un análisis completo y lúcido del proceso migratorio desde el Sacro Imperio Romano Germánico hacia Andalucía a finales del siglo xviii

Reseña de Knud Böhle (Spanienecho de 26.11.2020), traducción de Pascual Riesco Chueca (Spanienecho de 07.07.2022)

1. El despotismo ilustrado y el proyecto español de colonización (1767-1835)

Estamos en 1767, tiempo de despotismo ilustrado en Europa: José II ocupa desde marzo de 1764 el pináculo del Sacro Imperio Romano, Federico el Grande rige Prusia, Catalina la Grande lo hace en Rusia y, en España, tiene la corona el rey borbón Carlos III. Han penetrado en España las ideas de la Ilustración y el pensamiento fisiocrático. Ilustrados como Campomanes, Aranda y Olavide ocupan puestos destacados de la Administración. Dentro del corpus ideológico que inspira a los políticos reformistas figuran nociones como el intervencionismo estatal, la mejora de la agricultura, una agenda activa de poblamiento y proyectos de prestigio.

En el seno de este conjunto de ideas ha de situarse el establecimiento de colonos extranjeros ―la colonización― en tierras baldías, como ocurrió en los casos de Prusia, Rusia, y a menor escala también en España desde 1767. Ese mismo año se dicta la supresión y expulsión de los jesuitas. La institución inquisitorial, por el contrario, seguirá en pie. Otra particularidad española es el bandolerismo, que compromete el tráfico de mercaderías de ultramar desde los puertos andaluces hacia Madrid. De ahí que un objetivo de los proyectos de colonización sea hacer más seguros ciertos tramos del Camino Real. En El manuscrito encontrado en Zaragoza, la célebre novela publicada en 1804 por el conde Jan Potocki, se dice al respecto en el mismo comienzo del texto: «El conde de Olavídez no había establecido aún colonias de extranjeros en Sierra Morena; esta elevada cadena que separa Andalucía de la Mancha no estaba entonces habitada sino por contrabandistas, por bandidos, y por algunos gitanos…» (ed. Minotauro, 1996, p. 31).

Ya había habido, desde comienzos del siglo xviii, propuestas de poblamiento de esta área mediante inmigrantes extranjeros; pero el paso decisivo se produce en abril de 1767, cuando el rey de España contrata con el bávaro Johann Kaspar Thürriegel la fijación de 6.000 colonos, un aflujo que ha de publicitarse y canalizarse hacia España. El contrato contiene especificaciones precisas sobre el origen, la adscripción religiosa, la estructura de edades y las cualificaciones exigibles a los colonos solicitados. En julio de 1767 se redactan los reglamentos que deberán aplicarse en las comarcas de asentamiento, en el marco de un Fuero de Población, que detalla los derechos particulares de las colonias. Ya en agosto de 1767 acuden a España los primeros emigrantes del Sudoeste del Sacro Imperio Romano Germánico. Los terrenos asignados inicialmente están en Sierra Morena, si bien a partir de 1768 se agregan áreas más occidentales de Andalucía.

Leyenda: Las colonias se establecen en las áreas en verde claro; los cuatro reinos que aquí se muestran vienen a coincidir con la extensión actual de la Comunidad Autónoma Andaluza. Fuente: Wikipedia

De manera oficial, el proyecto llevará desde 1768 el nombre de Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y de Andalucía. Muchos de los lugares fundados entonces ex novo han subsistido. Entre los más conocidos están La Carolina (Jaén), La Carlota (Córdoba) y La Luisiana (Sevilla). Con la extinción en 1835 de los últimos reglamentos especiales y los subsidios estatales para los territorios colonizados se da por concluido el proyecto. Ciertamente, los años iniciales son cruciales para la investigación histórica de este proceso migratorio.

2. La complejidad del tema y su encuadre científico

Nicola Veith aborda esta materia en su tesis (Universidad Johann-Gutenberg de Maguncia, en el área de las ciencias históricas y culturales) por el camino más exigente, optando por analizar y reconstruir el proceso migratorio sobre la base de la literatura científica y un trabajo archivístico intenso, que implica el estudio de fuentes y materiales tanto españoles como alemanes (véase una panorámica sobre las fuentes en las pp. 22-28).

Como primera consideración, el proceso migratorio es presentado de forma global. Ello significa que, en primer lugar, se investigan las circunstancias de la emigración desde el Sacro Imperio Romano Germánico (nación alemana) y las rutas y recorridos del viaje hacia el territorio de asentamiento. Solo entonces se trata el asentamiento de colonos y la historia subsiguiente del desarrollo de las nuevas poblaciones, así como la integración de los inmigrantes. Dentro del esquema del trabajo, ello se corresponde con la organización tripartita siguiente. Parte I: antecedentes de la emigración a España del siglo xviii; parte II: desarrollo de la emigración a España entre 1767 y 1769; parte III: asentamiento e integración de los colonos.

En el marco de esta estructura se consideran detalladamente, en primer lugar, los aspectos legales, políticos, organizativos y financieros. En segundo lugar, se tratan con minuciosidad tanto las condiciones de vida en los lugares de origen, que incitaron a emigrar a los colonos, como la realidad social en las nuevas poblaciones y la cotidianía que fue fraguándose en ellos. Para describir con ejemplar precisión los mundos de origen se centra la mirada en el Palatinado Electoral, el marquesado de Baden-Durlach y la región suaba. Casi involuntariamente viene a la mente que estas historias de emigración habrían merecido un cineasta de la talla de Edgar Reitz (cf. Heimat – La otra tierra (2013), una película acerca de una familia pobre de la región de Hunsrück en 1842, que sueña con empezar una nueva vida en Brasil).

La complejidad del tema al que se enfrenta Nicola Veith es grande. Han de quedar fuera las simplificaciones imprudentes, y son de rigor ciertas distinciones indispensables. Por citar el ejemplo más destacado: si centramos la atención en el origen de los inmigrantes, se hace visible el sentido de tales distingos. Es cierto que la mayoría de los colonos eran del sudoeste alemán, campesinos y menestrales alsacianos y lorenos. Pero a ellos pronto se añaden otros colonos de las diversas regiones germanoparlantes del Sacro Imperio, Países Bajos y Suiza, así como otros de lengua francesa, oriundos de Suiza y Francia, además de italianos (p. 354). En la síntesis sostiene Nicola Veith una hipótesis de interés: el etiquetado del conjunto de los colonos como «alemanes» debilitó sus identidades regionales y territoriales (en tanto que palatinos, badenenses, etc.), pero fue precisamente esto lo que, al propiciar una identidad común como alemanes, facilitó la integración en las colonias (cf. pp. 361, 399).

Para obtener una imagen fiel de conjunto de las colonias de inmigrantes es preciso incorporar al cuadro múltiples facetas diferentes: cuestiones de forma de los asentamientos, arquitectura, características del suelo, administración colonial, estructuras familiares, relaciones vecinales, cuidados médicos, asistencia espiritual, organización del tiempo libre y otras, que esta reseña no puede cubrir. La sección de contenidos, de seis páginas, disponible en línea (en alemán) como pdf, ofrece una visión de la diversidad de aspectos tratados en la tesis.

3. Contradicciones, reveses y conflictos del proyecto colonizador

Uno de los méritos del trabajo reside en haber identificado y analizado los conflictos implícitos al proyecto y las contradicciones y dificultades que afloraron tras su puesta en marcha; ello pone las bases para sentar una valoración crítica del conjunto de la operación. Seguidamente nos ocuparemos brevemente de algunos aspectos cruciales.

El propio reclutamiento de colonos se oponía a la prohibición de emigrar vigente en el siglo xviii en el Sacro Imperio (véase p. 72). La emigración era por tanto ilegal y se producía por lo común de forma clandestina (p. 105). En particular, el empeño con que los estados de origen intentaban retener a sus más cualificados labradores y artesanos iba radicalmente en contra del deseo de captar precisamente a este círculo de personas para prestigiar el proyecto de colonización. Ello significaba, a efectos prácticos, que muchos de los emigrantes que partieron hacia España no poseían la cualificación requerida.

Era también contradictoria la mezcla de tendencias ilustradas y absolutistas, característica de la praxis agroeconómica en las colonias (véanse pp. 214-253). Del lado progresista de dicha agronomía pueden dar muestra la prioridad otorgada al cultivo, la ganadería y la artesanía como fundamentos económicos, la escolarización obligatoria, y el papel más activo asignado a las mujeres. Pero, en el lado negativo, puede citarse la «desmedida intervención estatal» (p. 30), que se aprecia por ejemplo en los repartos de lotes con extensión homogénea, sin tener en cuenta la desigual calidad del suelo; o en la insistencia en cultivar cereales pese a las características desfavorables para ello del terreno, lo cual retrasó la plantación de otras labranzas más provechosas (p. 403). También pesa en el lado negativo el hecho de que los colonos, en los primeros años, no tenían ninguna opción de cogestionar la producción (p. 192). Nicola Veith alude a una administración cuasimilitar de las colonias (p. 398). «La inactividad se consideraba delito» (p. 404), un hecho que se castigaba con el uso del grillete durante el trabajo o incluso con prisión. Por añadidura se consentía poca vida social, lo que se sumaba al carácter disperso de las aldeas y la prohibición de visitar los lugares más populosos durante la semana. No obstante, y visto en contraste con el latifundismo, el tipo predominante de aprovechamiento en Andalucía, basado en la gran propiedad, explotador y poco productivo, este intento, altamente subvencionado, de crear una «clase media campesina» (p. 406), puede considerarse sin duda progresista.

Entre los fallos onerosos de los responsables del proyecto, explicitados en detalle por la autora del estudio, estaba la deficiente preparación ante las exigencias de la colonización primera. De modo que, recién llegados los primeros colonos en el final del verano y el otoño de 1767, los terrenos no se encontraban a la sazón laboreados ni apenas existían alojamientos (p. 172). Incluso en casos en que habían aparecido casas en las tierras de labor, los responsables del proyecto dispusieron que los colonos habían de realojarse en barracones situados en las cabezas de colonia, en vez de permanecer cerca de sus parcelas. Ello favoreció la aparición de epidemias, y «puede conjeturarse que a la altura de 1770 había fallecido la mitad de los colonos» (p. 405). En esta estimación entran ciertamente empleados de las colonias, trabajadores manuales que ayudaron en la construcción de casas, soldados y colonos españoles. Por añadidura, la situación debe de haber sido muy diversa según lugares.

Mediante el refuerzo con españoles procedentes de Cataluña y Valencia, y luego de otras regiones más pobres del país, se pudo compensar esta sangría. Parece que ya en 1771 el número de españoles en las colonias se había igualado con el de extranjeros (pp. 369-372), con lo que se alteró sustancialmente el carácter del proyecto inicialmente concebido.

La pertenencia y el cumplimiento religioso supusieron otro punto espinoso. Para empezar, solo se debía captar a católicos, pero esta restricción fue ocultada en lo que pudo por el reclutador Thürriegel. De ahí que el deficiente control de los emigrantes a España dio lugar a numerosas falsas conversiones, y en algunos casos, incluso a la expulsión de protestantes. Fue también problemático el cuidado pastoral, que con arreglo al Fuero de Población habría de hacerse en los años iniciales usando la lengua madre (p. 258). Ahora bien, la dirección colonial no había tenido en cuenta la necesaria procuración de sacerdotes, y solo en 1769 pudo cubrir la demanda mediante frailes capuchinos germanoparlantes, en un total de dieciocho, como muestra Nicola Veith. Por lo visto, los frailes no se limitaron a cuestiones de asistencia espiritual, sino que se enfrentaron a la administración colonial en defensa de los pobladores germanoparlantes (p. 262). A medida que a partir de 1770 fueron admitidos más y más colonos españoles en detrimento de las costumbres alemanas, fue agudizándose el conflicto. Ello llevó incluso a que el capuchino Romualdo Baumann en 1774 denunciara ante la Inquisición al dirigente del proyecto colonial, Pablo de Olavide, como hereje, pues «portaba en su interior las semillas del pensamiento protestante, y se expresaba en contra de los dogmas de la Iglesia» (p. 270). Siguió a ello el proceso y la condena de Olavide, seguramente no solo por la denuncia del padre Romualdo. Pero también los capuchinos debieron a partir de entonces abandonar las colonias y el suelo español.

4. ¿Fracasó el proyecto colonial o fue un éxito?

Preguntémonos finalmente, a la luz de la tesis, acerca del éxito o el fracaso del proyecto. En todo caso fue exitoso el reclutamiento y Thürriegel superó (según sus propios datos) la meta fijada, con 7.775 pobladores, cifra que le permitía saldar cuentas, a razón de 326 reales por persona admitida (p. 151).

Pero desde el punto de vista de la idea inicial del proyecto primigenio, que aspiraba a fijar una economía agraria avanzada y ejemplar regida en exclusiva por extranjeros capacitados, es inevitable hablar de un fracaso.

Si se contemplan las colonias a partir de 1770, en una evolución en que participaron colonos extranjeros y españoles, se desprende una imagen más halagüeña. Según una de las fuentes citadas, la población creció desde las 6.585 personas de 1770 a 11.857 en 1833 (pp. 386, 389). A ello se suma un crecimiento positivo en lo económico. También puede hablarse de una historia de éxito en lo tocante a integración, pues los inmigrantes extranjeros, en el curso de unas pocas décadas, se integraron casi del todo en la sociedad española. De ahí el aserto de Nicola Veith, según el cual muchas «biografías de emigrantes muestran que, en repetidas ocasiones, el trayecto desde la miseria en su país de origen hasta la condición de propietario rural en España había sido coronado con éxito» (p. 406).

5. Resumen

La tesis proporciona una contribución importante a un capítulo descuidado y casi olvidado (al menos en Alemania) de la historia hispano-alemana. La autora ha investigado profundamente las fuentes, tanto en archivos alemanes como españoles; y es preciso destacar el rigor de su enfoque global y orientado al proceso. Ello le permite examinar con detalle el mundo de origen y las circunstancias de la migración, las rutas e itinerarios de viaje hacia las comarcas de asentamiento seleccionadas por el Estado español y el desarrollo del proyecto de colonización entre 1767 y 1835. Este estudio aporta también lecciones para el presente, pues de él se desprenden valiosos indicios e intuiciones para el análisis de procesos migratorios en curso y proyectos contemporáneos relacionados con la captación de trabajadores extranjeros.


Nicola Veith: Spanische Aufklärung und südwestdeutsche Migration. Auswandererkolonien des 18. Jahrhunderts in Andalusien. Kaiserslautern: Bezirksverband Pfalz, Inst. f. pfälz. Geschichte und Volkskunde 2020, ISBN: 978-3-927754-97-3

[Nicola Veith: La Ilustración española y la emigración del Suroeste alemán. Colonias de emigrantes del siglo xviii en Andalucía. Kaiserslautern: Bezirksverband Pfalz, Inst. f. pfälz. Geschichte und Volkskunde 2020, ISBN: 978-3-927754-97-3]

Harald Bodenschatz y Max Welch Guerra (eds.): Städtebau als Kreuzzug Francos | El urbanismo como cruzada de Franco

Acerca de un pilar del franquismo: el urbanismo en España, instrumento deliberadamente orquestado de dominación política

Reseña de Knud Böhle (Spanienecho de 25.06.2021), traducción de Pascual Riesco Chueca (Spanienecho de 11.04.2022)

1. Introducción

Uwe Altrock (Universidad de Kassel), Harald Bodenschatz (TU Berlin y Bauhaus-Universität Wei­mar), Jean-François Lejeune (Universidad de Miami), Piero Sassi (coordinador; Bauhaus-Universi­tät Weimar) y Max Welch Guerra (Bauhaus-Universität Weimar) son los autores de un volumen de gran formato (30 cm x 24 cm), complementado con 570 figuras, en que se contempla el urbanismo de los primeros veinte años de la dictadura de Franco (1938–1959).

Los prestigiosos autores abarcan conjuntamente un amplio espectro de especialidades, entre las cuales destacan arquitectura, historia de la arquitectura, ordenación urbana y del territorio, así como ciencia política, planificación y sociología de la arquitectura. El presente estudio suma su aportación a la investigación sobre el urbanismo de las dictaduras europeas. En años recientes, han aparecido trabajos en la misma línea, aplicados a Alemania, Unión Soviética, Italia y Portugal.

El volumen, que combina texto e imágenes, resulta imponente por la mera abundancia de su material gráfico, de expresivas leyendas. Para su compilación, se acudió a numerosas fuentes, entre ellas las colecciones de los autores. Además de fotos de solares, edificios, ciudades y estatuas, se incluyen vistas panorámicas, planos, esbozos, folletos, carteles, fotogramas de películas y otros materiales. Pero las pretensiones de la obra superan con creces, como es evidente, los límites de un simple libro de ilustraciones.

2. Ambiciones del estudio

Dos postulados ocupan un lugar central para la especificación y alcance del presente estudio. La primera hipótesis sostiene que los protagonistas de la dictadura franquista vieron desde el primer momento que el urbanismo era «un medio efectivo de dominación» (pp. 27, 342), que supieron explotar «con objetivos políticos» (p. 29). La segunda hipótesis defiende que durante los primeros veinte años de la dictadura existió «una política propia y diferenciada de urbanismo» (p. 31), mientras que, a partir de 1960, el régimen se adaptó a las directrices del «movimiento moderno de posguerra en Europa Occidental» (p. 344). Esta doble teorización faculta a los autores para desvelar las formas y funciones del urbanismo en su relación cambiante con la configuración política, ideológica y social de esta fase del franquismo.

La presente reseña se centrará principalmente en la primera hipótesis. En cuanto a la segunda, no podrá abordarse aquí su evaluación crítica, que exigiría una comprensión especializada de las scientific communities dedicadas al urbanismo. Existe material gráfico adicional en las páginas de internet de la editorial, que permite a la vez adquirir una impresión general sobre la configuración del libro.

Es importante para situar y encuadrar la presente publicación señalar que fue concebida «teniendo en mente el público germanoparlante». Ello implica, entre otras cosas, que en varios pasajes se tienden puentes al urbanismo alemán, tales como la referencia al influjo de destacados arquitectos alemanes, por ejemplo, Hermann Jansen, Paul Bonatz y Otto Bartning. Hay que tener presente como trasfondo general un «un activo intercambio hispanoalemán iniciado hace años entre profesionales del gremio» (p. 79).

Por otra parte, los autores optan por un acercamiento temático que se aparta del habitual en España, al que se describe como «centrado en los arquitectos» (p. 37). En contraste con ello, se insiste aquí en lo urbanístico, que es encuadrado en el marco de la ordenación urbana que se hacía en Europa en las dictaduras europeas que habían conquistado el poder al comienzo del franquismo.

3. Estructuración del estudio

El volumen está cuidadosamente compuesto y didácticamente organizado. Como obertura inicial, se dispone una serie de veinte páginas con fotografías, en las que se despliegan a modo de ejemplo los fenómenos principales del urbanismo, que serán tratados luego. Al final del libro se ofrece también un tramo ilustrado, que se dedica principalmente a recordar la historia y a describir la política contemporánea de relación con el legado construido. El capítulo que se añade al primer cuerpo de fotos tiene carácter introductorio: resume la dictadura franquista, y revisa el estado de la investigación y las premisas del libro.

El capítulo siguiente puede entenderse como una introducción avanzada, con elementos auxiliares para un público alemán. Mediante la comparación de dos grandes exposiciones celebradas en Madrid en 1942 ―«Arquitectura Moderna Alemana», «Trabajos de la Dirección General de Arquitectura»―, se muestran las respectivas orientaciones de la propaganda urbanística y otros objetivos asignados al urbanismo. A la Alemania nazi no le ha llegado aún la derrota de Estalingrado ni la destrucción de sus ciudades; mientras que, en España, ya se trata de reconstruir los paisajes urbanos devastados por la guerra, ampliar la oferta de viviendas y ―objetivo sin duda no secundario― glorificar mediante obras la victoria.

Los capítulos subsiguientes amplian y detallan el material: los temas abordados, por su variedad, podrían sorprender si nos atenemos rutinariamente a las palabras claves franquismo-urbanismo. Se investigan en efecto ocho campos de acción urbanística, que mencionaremos en esquema: (1) la reconstrucción de lugares devastados por la guerra; (2) la renovación y ampliación del centro de Madrid y la reconfiguración de su región metropolitana; (3) la reurbanización de la ciudad vieja y la construcción de la ciudad industrial en Barcelona y su área; (4) las «Universidades laborales: ciudades universitarias de nuevo cuño»; (5) la renovación de los cascos antiguos; (6) la colonización del interior: pueblos de nueva planta, infraestructura hidráulica; (7) el urbanismo de las colonias españolas en el África noroccidental; (8) el Valle de los Caídos, «pieza clave del urbanismo franquista» (pp. 322 ss.).

Sobre las universidades laborales cabe indicar que no se trataba de universidades ni de escuelas profesionales en el sentido habitual en Alemania, sino de «instituciones totales», como diría el sociólogo Erving Goffman. En ellas se conjugaba el internado, el adoctrinamiento ideológico por la Falange y la Iglesia, con el bachillerato y la formación profesional, para la instrucción de gente fiel al régimen. Inicialmente, algunas instalaciones, aspirando a la autarquía, incluían medios para la producción agrícola.

En la mayoría de los capítulos se perfilan los rasgos característicos del urbanismo acudiendo a ejemplos destacados, que se eligen con vistas a exhibir la diversidad constructiva en juego. Así, en lo tocante a reconstrucciones, se investiga con cuidado el caso de las ciudades de Brunete, Guernica y Belchite, destruidas durante la guerra. En cuanto a las universidades laborales, de los 21 ejemplos disponibles del tipo, son dos, las de Gijón y Córdoba, los que serán objeto de una atención más detallada, sin excluir el resto. En el capítulo de la renovación de cascos viejos se recogen los ejemplos de Zaragoza, Salamanca, Santander, Santillana del Mar y Granada.

El capítulo final reúne en unas pocas páginas (pp. 340-351) las enseñanzas principales derivadas de los capítulos anteriores, más bien descriptivos; este contenido queda integrado en una panorámica de conjunto sobre las formas y funciones del urbanismo en el primer franquismo (1939-1959). Los ocho anejos consiguen aligerar el texto principal y adecuarlo para una lectura más relajada. Se ofrecen datos biográfios sobre los expertos en el urbanismo de este periodo citados en el texto; se presentan los decretos, reglamentos y leyes de ordenación urbanística; se relacionan los archivos y colecciones de los que procede el material gráfico; como cabe esperar, hay una bibliografía y un registro onomástico. En el último anejo se ofrecen semblanzas de los redactores del estudio. Puede consultarse un detallado índice de contenidos del libro en la página de la Biblioteca Nacional Alemana.

4. Destinatarios del estudio

En esquema cabe discernir cuatro grupos destinatarios o campos de interés a los que el libro interesará. Por un lado, arquitectos, historiadores de la arquitectura, planificadores urbanos, expertos en ordenación territorial: a todos ellos les despertará interés este pasaje, poco atendido en muchas de sus facetas, de la historia del urbanismo europeo. Particularmente, los capítulos sobre la reconstrucción de posguerra, las universidades laborales, la colonización del interior, y el urbanismo de los territorios de colonias en África noroccidental dirigen la atención a campos temáticos que la investigación ha venido desatendiendo hasta ahora.

El libro es también de sumo interés para especialistas en historia contemporánea y otros científicos sociales que analizan el franquismo en tanto que sistema de dominación. El tema del urbanismo en su uso como mecanismo de poder abre puertas a una dimensión generalmente poco abordada. Por otro lado, el libro ofrece ingredientes para una discusión tan actual como la de la memoria histórica en España. Se trata de plantear en su conjunto el debate sobre qué hacer con el legado constructivo de la dictadura (con opciones tan diversas como la demolición, la transformación, la reconstrucción, el olvido, la represión, la reinterpretación o la glorificación, cf. p. 38): un debate que alcanza al completo legado de Franco y no solo al conocido y polémico Valle de los Caídos.

Por último, el libro ofrece materiales inesperados a potenciales turistas por los campos y ciudades españolas interesados por el urbanismo. Pocos sabrán que el célebre Barrio Gótico de Barcelona, tal como se ofrece hoy día al visitante, fue configurado esencialmente durante la primera mitad de la dictarura; o que el arquitecto Otto Bartning, conocido por sus vínculos con la Werkbund y la Bauhaus alemanas, construyó en Barcelona una iglesia para la comunidad evangélica alemana, de simpatías pronazis; o que el complejo eclesiástico erigido en Zaragoza en 1945 San Antonio de Padua, con iglesia, convento y torre-mausoleo esconde una historia singular. En la torre descansan los restos mortales de unos 3.000 italianos que lucharon contra la República durante la guerra civil; pero, por añadidura, la torre fue y sigue siendo un frecuentado lugar de bodas italianas (cf. p. 353). Asimismo, el detallado capítulo sobre la historia urbana de Madrid y Zaragoza, o el recorrido por los nuevos pueblos de colonización, podrían inspirar a ciertos turistas con curiosidad por estos aspectos. Por supuesto, constituyen un nítido estímulo para la visita al lugar las informaciones sobre la reconstrucción de Guernica / Gernika, así como la infausta historia previa, incluida la destrucción de la ciudad ―con significativa participación alemana a manos de la Legión Cóndor―, y la secuela de monumentos conmemorativos por el lado español y alemán.

5. Rasgos del primer franquismo (1938-1959)

Para adentrarse en el urbanismo del franquismo primero (1938-1959), conviene conocer algunas características de la dictadura. Este fondo informativo es presentado por los autores, de forma concisa, en la introducción. Se expondrán aquí algunos rasgos de esta etapa, siguiendo en lo esencial el esquema de los autores.

No cabe duda de que la dictadura se apoyó en el poder del ejército, la iglesia, los monárquicos y la Falange, contando con la benevolencia de los terratenientes y la oligarquía industrial y financiera (p. 31). La dictadura pretendía ser algo más que una restauración. Desde finales del siglo xix la necesaria reforma de España era enfocada, específicamente en lo económico, bajo el prisma del regeneracionismo. Tal conciencia del problema fue compartida por el franquismo y todos los régimenes anteriores del siglo xx. En el franquismo inicial fue la Falange, cuyo inspirador principal era el fascismo italiano, la que imprimió un sello más marcado sobre la política de desarrollo.

La dictadura, surgida del golpe militar y la guerra civil, impuso una despiadada distinción entre vencedores y vencidos hasta finales de los años 50, perpetuando sus campos. No solo estaban los derrotados y estigmatizados perdedores republicanos, por un lado, y los condecorados vencedores, por el otro, incluyendo un séquito de actores convencidos y ventajistas directos. Había también muchas personas que, en un clima de carencias materiales y represión, procuraban asegurarse el pan de cada día o mejorar su situación. De ahí que no escasearan quienes se veían obligados a aceptar las ofertas de integración social provenientes del lado vencedor. Es el caso de no pocos arquitectos. Pero el vasallaje y lealtad exigidos por el régimen no eran necesariamente incompatibles con cierto rechazo hacia la dictadura. Como se indica en otra reseña de Spanienecho, «había mucho antifranquismo dentro del franquismo», fórmula que también cabe aplicar a algunos arquitectos (véase a propósito de ello la referencia en este estudio a las distancias que el colegio de arquitectos de Catalonia mantuvo con respecto a la dictadura de Franco, en p. 192).

En el plano ideológico dominaron durante esta etapa, hasta 1959, el nacionalsindicalismo y el nacionalcatolicismo. Sin entrar en detalles, ambas corrientes compartían un enfático nacionalismo, un pensamiento ordenancista, antiparlamentario, jerárquico y estamental, una exaltación del esplendor histórico pasado y del ámbito rural (por oposición a la ciudad). Compartían asimismo la radicalidad maniquea de sus modos de pensar y obrar, tanto durante la guerra como en las dos décadas subsiguientes.

El discurso nacionalsindicalista esta intensamente impregnado de ideas fascistas. Ello conllevaba cierto reconocimiento de la cuestión social, los intereses de los trabajadores (leales) y la necesidad de una intervención económica del estado, con predilección por los grandes proyectos, en los que se aunaba una explotación premoderna de la masa trabajadora con un afán de reforma infraestructural. Por su lado, el nacionalcatolicismo era un fundamentalismo orientado al pasado, cuya voluntad era revertir la separación entre iglesia y estado, estableciendo un estado confesional, cosa que el primer franquismo logró de hecho conseguir.

En la esfera lingüística tuvo especial vigencia un surtido metafórico de carácter católico y reaccionario: la guerra civil se convirtió en cruzada, el dictador fue investido de gracia divina, y a los adversarios se les satanizó con baldones como anticristo, antipatria y antiespaña. En esta construcción ideológica de la historia, por poner un ejemplo relevante para el urbanismo, la explotación mediante trabajos forzados se mutó en «redención de penas por el trabajo». La corporación que gobernaba el trabajo forzado, que se encontraba integrada en el Ministerio de Justicia, recibía el pomposo nombre (desde 1942, cf. p. 327) de Patronato Cen­tral de Nuestra Señora de la Merced para la Redención de las Pen­as por el Trabajo. Después de 1945, al terminar la guerra mundial e iniciarse la Guerra Fría, dejaron de ser presentables ―sobre todo en la esfera internacional― los nacionalsocialistas y su ideología, pero conservaron en el interior, durante largos años, un considerable influjo sobre la política salarial, así como la de desarrollo y poblamiento.

6. Problemas urbanísticos y soluciones ideológicamente saturadas

Afrontaba el urbanismo de esta época, amén de imposiciones ideológicas, también una serie de contundentes problemas, documentados con cifras por los autores.

La reconstrucción de ciudades destruidas se extendía a unos doscientos lugares (pp. 72, 348). Al final de la guerra civil, al menos 192 localidades estaban destruidas en más de un 60 % (p. 48). La obra hidráulica para regulación de caudales fluviales en aras a la agricultura, se percibía como una prioridad. La colonización del territorio, con mejoras infraestructurales, orientadas en particular a la agricultura de regadío, era la respuesta. El programa de colonización rural llevó a establecer unas doscientas aldeas de nueva planta hasta 1959; tras 1960, les siguieron otras 95 (pp. 296, 302). Si el regadío y la producción eléctrica se entienden como evidentes resultados de la mejora infraestructural, puede servir de indicador útil el número de presas construidas. En 1939 había 180 embalses; en los años 1943-1954 se añadieron cien nuevos embalses; y en los siguientes años 1955-1970, otros 276 (pp. 255 ss.).

Otro problema colosal era la escasez de vivienda en las grandes ciudades, evidenciado por los abundantes asentamientos chabolistas. Tan solo en Madrid, había al comienzo de los años 50 treinta barrios de chabolas, donde vivían unas 400.000 personas (p. 153). El problema fue resuelto de forma insatisfactoria: en vez de atajarlo de forma global, se impulsó la construcción de viviendas y pueblos para círculos que se aspiraba a vincular al régimen. La construcción de viviendas y asentamientos rurales se aplicó como instrumento de dominio, para recompensar a los seguidores del dictador, premiando su lealtad hacia el régimen con ventajas en la adquisición de viviendas o tierras.

Otra misión del urbanismo era la constitución de una «infraestructura de la opresión», en lo cual los autores se refieren expresamente a Madrid (pp. 166 ss.) y Barcelona (pp. 204 ss.). Se trata de prisiones, campos de concentración, sitios para ejecuciones. Se usaron cárceles preexistentes, se erigieron prisiones del tipo más moderno, se reutilizaron otros edificios disponibles para fines represores, se abusó de los cementerios como lugar de ajusticiamiento.

Es una función del urbanismo, presumiblemente en todas las dictaduras, la creación de lugares de memoria. Entre los lugares más conocidos de la España franquista destacan el Valle de los Caídos al noroeste de Madrid, el Arco de la Victoria en la capital y el Alcázar de Toledo, reconstruido. Pero también el modo en que las ciudades destruidas durante la guerra fueron reconstruidas y exhibidas desempeñaba, junto con la propia reconstrucción, un papel propagandístico. Los autores detallan este punto a la luz de tres legendarios escenarios de batalla de la guerra civil (Brunete, Belchite y Guernica).

Tales reconstrucciones tenían abundante carga ideológica, reflejando una visión del mundo dirigida al pasado. Evocaciones de la grandeza de un pasado imperial; predilección por el marco rural; centralismo madrileño; lugares de memoria agrupados en torno a la capital (p. 161); preferencia por la Plaza Mayor, ámbito en que organizaciones estatales como la Falange y sus sindicatos, la policía, el ayuntamiento y la iglesia ocupaban un lugar de preferencia. Ha de advertirse que apenas hubo un proyecto urbanístico en el franquismo que no tuviera su iglesia, con independencia de que se tratase de universidades laborales, barrios de vivienda o pueblos de colonización. La política social, orientada al pasado, inspiró también una «renovación conservacionista de los cascos antiguos» (p. 345) en pequeñas y medianas ciudades.

Existía incluso un estilo preferido por la Falange, el escurialismo, tendencia evocadora de la arquitectura del Escorial, con un severo aire neoclásico (p. 212). La universidad laboral de Gijón es uno de los ejemplos más conocidos de ello. Pero el escurialismo era solo una de las variantes dentro de un abanico de estilos constructivos disponibles. Cabe añadir que el régimen aspiraba a lucir su propia versión del movimiento moderno, como se desprende de la edificación de rascacielos en Madrid, el urbanismo industrial barcelonés o la creación de aeropuertos modernos y enormes estadios de fútbol.

7. Límites del influjo de la Falange sobre el urbanismo

A propósito de la diversidad de estilos arquitectónicos viene una tesis de los autores, de extraordinario interés, acerca del papel de arquitectos y urbanistas durante el franquismo. Entre los arquitectos del régimen había decididos seguidores de Franco, junto a otros que se agarraban a la oportunidad de ejercer su profesión: «el franquismo consiguió movilizar a su favor, tempranamente y de forma visible, el quehacer técnico y la creatividad configuradora de los arquitectos españoles» (p. 344). Ello permitió a una administración dominada por falangistas «compensar la falta de competencia técnica de sus cuadros» (p. 345). De resultas de ello, se produjo una multiplicidad de lenguajes formales y estilos, acompañada de una elevada calidad técnina, lo que se aprecia de forma palmaria en las universidades laborales y pueblos de colonización. A través de los arquitectos se estableció de paso una continuidad con planes y proyectos preexistentes, que no eran franquistas en origen, sino que ―como es el caso de los planes de Madrid y Barcelona―, contaban con una larga historia anterior. Otra causa de la diversidad urbanística reside en el hecho de que estos urbanistas conocían el debate internacional y, al mismo tiempo, se dejaban inspirar por las producciones de otras dictaduras. En su conjunto, los autores ven en el urbanismo de esta época, «tanto en la ciudad como en el campo, una variante tradicional del movimiento moderno, que también caracterizó a la Italia fascista o a la Unión Soviética de Stalin» (p. 346).

Como muestra el análisis de los autores, la dominación franquista se caracteriza también por el hecho de que incluso en casos en que los falangistas querían plasmar urbanísticamente sus aspiraciones sociales, el resultado final era el reparto con ventajas entre los ya acomodados. Un primer ejemplo: existía una normativa estatal de construcción de viviendas de alquiler para las clases medias, de la que también las empresas privadas, con estímulos fiscales, se aprovechaban (p. 145). El régimen abordó el alza de los alquileres imponiendo topes, y más tarde prohibiendo nuevas subidas. Como consecuencia, la construcción de casas de alquiler dejó de ser atractiva para las empresas privadas, lo que llevó a que estas viviendas fueran retiradas del mercado de alquiler y se vendieron a clientes acomodados. Un segundo ejemplo: entre 1939 y 1975 se pusieron en riego 1.635.000 hectáreas de tierra por iniciativa y financiación estatal. Los pobladores de las aldeas de colonización se repartieron tan solo 149.358 hectáreas (p. 249). «Los principales beneficiarios no fueron los colonos, sino los terratenientes, cuyas fincas registraron una colosal revalorización» (íbid), estimable en 1.200 hasta 2.000 % con respecto a los valores de la preguerra.

8. Tres observaciones críticas y un deseo

Presuponen los autores un «cuerpo crítico de lectores» (p. 39). Mencionemos aquí cuatro aspectos, que más que ofrecer crítica de fondo, pretenden matizar y solicitar alguna aclaración. Las tres observaciones intentan sondear algunas enjundiosas afirmaciones de los autores. En primer lugar, el título principal del libro, «el urbanismo como cruzada de Franco»; seguidamente, el título del capítulo final de síntesis, «el urbanismo bajo Franco. La continuación de la guerra civil española por otras vías». Por último, se discute otra afirmación central: «el urbanismo […] permite clasificar al régimen como una dictadura abiertamente represiva y desarrollista, de economía estatal» (p. 341). El deseo se orienta a la ampliación de una sección, la de «Infraestructura de la opresión». El lector que no tenga especial interés en minuciosas controversias sobre palabras y conceptos, puede saltarse esta parte de la reseña y acudir directamente a las conclusiones.

(1) El título principal del libro, «el urbanismo como cruzada de Franco», es desconcertante, pues los autores no explican de qué modo ha de entenderse. Para un lector alemán, la referencia inmediata sería a las cruzadas medievales. En el contexto de la dictadura franquista, el concepto de cruzada tiene una inequívoca procedencia, el nacionalcatolicismo; se usó para santificar la pugna de los rebeldes contra la Segunda República y la victoria en la guerra civil. Cruzada, en este contexto ideológico, es sinónimo de guerra civil. Tras la cruzada da comienzo una nueva etapa, que ni los mismos protagonistas y propagandistas de la dictadura siguieron denominando con ese nombre. Por seguir la terminología de los Servicios de Arquitectura de la Falange, de 1939, tras la cruzada venía «el inmenso problema de la reconstrucción de España» (cf. p. 340). Tras la victoria militar tocaba asegurarse el control. Iba con ello indudablemente, como indican los autores, la tarea de hacer visible el nuevo poder en todo el territorio por medio del urbanismo, a través de nuevos nombres de calles, placas conmemorativas, monumentos a la victoria, edificios religiosos, reconstrucción de ciudades en ruinas, embalses, pueblos de nueva planta, universidades laborales y otras iniciativas. De ahí que un título que diera expresión directa a esta voluntad de consolidar por la vía urbanística el dominio dictatorial hubiera sido tal vez más adecuado.

(2) El capítulo final de síntesis lleva el título «El urbanismo bajo Franco. La continuación de la guerra civil española por otras vías» (p. 340); tal encabezamiento es sin duda impactante, pero no refleja los principales resultados del estudio. La posguerra española se vio marcada por una masiva pobreza, persecución política, terror de estado, asesinato en masa, explotación por trabajos forzados, así como otras modalidades de marginación y exclusion social de los antiguos adversarios. Pero, de hecho, tales crímenes y tan innumerables vulneraciones de los derechos humanos durante el franquismo de estos años no se producían ya en el marco de una guerra, es decir, en una situación en que dos campos opuestos se enfrentan en la batalla. No era este el caso, y ello agrava aún más los crímenes. La metáfora elegida, a pesar de su intención drástica, se queda corta ante la realidad.

Desde el punto de vista de la sociología del control, tras 1939 se pretendió sobre todo asegurar el poder y dotar de cotidianía el dominio carismático de Franco, en interés de sus seguidores; ampliar la base social del régimen; integrar nuevos ámbitos sociales, cruciales para estabilizar la dominación. En este título de cuya oportunidad dudamos, no se hace manifiesta la relación mutua entre represión e integración social. La visible represión hacia quienes había combatido del lado de la República, dio lugar también a una intensa presión adaptativa y conformista sobre el resto de la población. Esta combinación de miedo a represalias y perspectivas de oportunidad para mejorar la vida fue puesta en juego por el régimen para ensanchar su base social.

El urbanismo es el ejemplo señero de cómo la represión y las ofertas de integración iban juntas en la práctica dictatorial. Por un lado, se observa la erección de una «infraestructura de la opresión», la utilización masiva de trabajadores forzados para la construcción o la mejora de equipamientos urbanos y rurales, la expulsión de los mejores espacios y tierras habitables, la intensa pobreza en todo el país, que se evidencia en los múltiples barrios de miseria y en una construcción antisocial de viviendas. Por el otro lado, la dictadura se esforzaba en servir a sus seguidores y multiplicarlos: ello principia por la reconstrucción modernizadoras de ciudades destruidas, y la edificación de vivienda urbana de calidad para la burocracia del nuevo estado y las capas medias a quienes se intentaba persuadir. También en la colonización interior, con sus numerosas aldeas de nueva planta para la población rural deseosa de integrarse, así como la creación de universidades laborales para la generación de elites procedentes de orígenes modestos. Resulta en último término sorprendente, con cuánta deliberación y precisión política supieron las elites aprovechar las variadas funciones del urbanismo para consolidar su posición dominante. Este es un importante resultado de los autores, que no logra quedar plasmado en el título, con su referencia a «la continuación de la guerra civil española por otras vías».

(3) Cabe también discutir el concepto de «dictadura desarrollista», aplicado por los autores a la caracterización de esta fase temprana del periodo: «el urbanismo […] permite clasificar al régimen como una neta dictadura desarrollista y represiva, de economía estatal» (p. 341). Por un lado, puede argüirse que, desde los años del regeneracionismo, todos los gobiernos españoles hubieron de confrontar el problema de un desarrollo retrasado. Asimismo, ha de advertirse que, si bien es cierto que la idea del desarrollo era central en el discurso de la Falange, pero las realidades del franquismo imponían otras prioridades, como exponen los autores a la luz de dos ejemplos: el fracaso del modelo público de vivienda de alquiler a beneficio de los promotores privados, y la política de regadíos, cuyos frutos recayeron sobre todo en los terratenientes. En tercer lugar, solo en el área del urbanismo fue posible conseguir resultados cualitativamente valiosos, partiendo de unos métodos poco tecnificados, materiales tradicionales y modos de edificar (sin acero ni cemento), pero disponiendo de buenos arquitectos, mucha mano de obra y trabajadores forzados. Este modelo low-tech no era exportable a otros sectores, que exigían más estrictos requisitos técnicos y de cualificación para la producción y capacidad de concurrencia. A partir de los éxitos en urbanismo y construcción de infraestructuras no debe extrapolarse al desarrollo conjunto de la economía, por lo que no el régimen no puede ser descrito globalmente como dictadura desarrollista. Por decirlo de otra manera, solo en el sector urbanístico, impregnado de las nociones de política de desarrollo de la Falange, cabía esperar cierto éxito del modelo de una neta dictadura desarrollista y represiva de economía estatal. Los logros del sector urbanístico no son suficientes, según nuestro modo de ver, para clasificar globalmente al régimen como dictadura desarrollista.

Puede afirmarse aún más: la productividad de la agricultura y la industria en la etapa inicial del franquismo fue muy baja o casi inexistente. El modelo económico en su conjunto fracasó. La economía, dirigida por el Estado, llegó en 1956 a una crisis que ponía en peligro el sistema; de ella solo se pudo salir gracias a una nueva política, liberal en lo económico, con renovado personal político, plan de estabilización, mudanza ideológica, integración en la economía mundial, inversión extranjera, emigración de trabajadores… (sobre la magnitud de la crísis, véase Anna Catharina Hofmann: Fran­cos Moderne. Technokratie und Diktatur in Spanien 1956-1973. Göttingen 2019: Wallstein Verlag). Por ello, la literatura suele aludir al franquismo en términos de dictadura desarrollista solo a partir de 1959, aunque dejando en suspenso si con ello se entiende la autodescripción, es decir, la nueva ideología legitimadora del desarrollismo, o si se admite que el tardofranquismo fue politológicamente y con arreglo a la sociología del poder lo que propiamente puede describirse como dictadura desarrollista.

En cuarto y último lugar: llama poderosamente la atención que en el libro también se aborde la infraestructura de construcción destinada a la represión, así como la importancia del trabajo forzado para la construcción urbana, especialmente en los capítulos sobre Madrid, Barcelona y el Valle de los Caídos. Este nudo temático podría desarrollarse más, entrando en detalles sobre la erección y uso de los numerosos campos de concentración (estimados en 194, p. 166). Aunque los estudiosos de las ciudades puedan alegar que esto escapa a su campo de atención, sería de gran utilidad para apreciar en su conjunto el mundo de la vivienda en el franquismo inicial el disponer de información adicional sobre los abundantes refugios y barrios de chabolas, así como la política al respecto.

9. Resumen

La consulta, lectura y estudio de la obra puede recomendarse, no solo a quienes se ocupan científicamente del urbanismo y el desarrollo social español, sino también a un público más amplio. Su estilo es factual y sobrio, la composición bien pensada, y la revisión editorial debe haber sido extraordinariamente laboriosa. Este detallado estudio es una rica fuente, de la que puede obtenerse una copiosa información sobre el urbanismo español entre 1938 y 1959, en sus diversas facetas y funciones; se abarcan cuidadosamente, de hecho, temas generalmente marginados, como la colonización interior o las universidades laborales. En los diversos campos de acción urbanística se describe cómo el urbanismo se usó como herramienta de dominio por el franquismo. La convincente imbricación entre urbanismo y modos de control es uno de los principales logros de la obra. Ha de destacarse también que los autores elaboran y explican la pluralidad de estilos constructivos y modelos urbanos presentes. En esta diversidad ocupan un lugar destacado arquitectos ajenos al estilo predilecto de la Falange, los cuales pudieron anudar su praxis con el urbanismo anterior a Franco, y que, al mismo tiempo, conocían y apreciaban la discusión especializada internacional y las tendencias urbanísticas de otras dictaduras europeas. Finalmente ha de destacarse una vez más que los autores ligan el estudio de la historia del urbanismo con una cuestión de actualidad: qué hacer o qué debería hacerse con el legado constructivo del franquismo.

Queda desear muchos lectores a este libro, y sería de esperar que, entre los germanohablantes, así como en el mundo profesional español y otros ámbitos lectores, alcance resonancia y sea apliamente discutido. En las listas de los mejores libros especializados se habrá ganado este estudio un lugar de honor.


Harald Bodenschatz und Max Welch Guerra (Hrsg.):
Städtebau als Kreuzzug Francos. Wiederaufbau und
Erneuerung unter der Diktatur in Spanien 1938–1959
.
Berlin: DOM Publishers 2021, ISBN: 978-3-86922-527-2

Enric Juliana: Aquí no hemos venido a estudiar

Vom anti-franquistischen Widerstand der kommunistischen Partei Spaniens bis zu ihrer Bedeutungslosigkeit. Eine Hommage an Manuel Moreno und eine eindrucksvolle Lektion in spanischer Zeitgeschichte

Rezension von Knud Böhle | 05.09.2020

Enric Juliana, Journalist und stellvertretender Direktor der Zeitung La Vanguardia, erzählt uns die berührende Geschichte vom Schlosser Manuel Moreno aus Badalona, den er noch persönlich kannte und von dem er viel lernte. Moreno ist das leuchtende Beispiel eines integren, unbeugsamen, selbst denkenden Kommunisten und Widerstandskämpfers gegen die Franco-Diktatur. Die Zeit von 1947 bis 1964 verbrachte er als politischer Häftling im „kältesten Gefängnis Spaniens“ in Burgos. „Aquí no hemos venido a estudiar“ (Wir sind hier nicht zum Studieren hingekommen) setzt Manuel Moreno Mauricio ein Denkmal.

Dem Autor geht es, ausgehend von dem Einzelschicksal, aber um mehr. Es geht um Geschichte: „Die Geschichte des Gefängnisses in Burgos ist die Geschichte des Franquismus“ (S. 125). Den Schlüssel zu dieser Geschichte hat Juliana im Höhlengleichnis Platons gefunden: wer in der Höhle sitzt muss Schattenbilder interpretieren, um auf die wirklichen Verhältnisse zu schließen. Aber nicht nur die Häftlinge sitzen in der Höhle. Auch die kommunistische Partei Spaniens im Exil befindet sich in einer Höhle und kann die Verhältnisse in Spanien nicht zweifelsfrei deuten. Noch schwieriger wird es, richtige Entscheidungen zu treffen, wenn die Weltmächte ins Spiel kommen und wie im Kalten Krieg geschehen, ihre Interessen rücksichtslos verfolgen.

Um 1960 saßen etwa 1.000 politische Häftlinge im „kältesten Gefängnis Spaniens“, von denen die meisten der PCE (Partido Comunista de España) bzw. der PSUC (Partit Socialista Unificat de Catalunya) angehörten. Wir lernen den Alltag in dem Gefängnis kennen: einerseits Verhöre, Folter, Isolation und Repression, andererseits Disziplin, Organisation, geheime Aktivitäten, Schulungen, Diskussionen und Widerstandsaktionen, aber auch Angst vor Verrätern und Spitzeln. Das Gefängnis bildet eine eigene soziale Realität, deren Schilderung mit einer Vielzahl oft abenteuerlicher Lebensgeschichten prominenter und weniger prominenter Parteimitglieder verbunden wird. Das Gefängnis wird zum Resonanzraum der Geschichte und zum Schauplatz des dramaturgisch geschickt in den Mittelpunkt gestellten Konflikts zwischen Manuel Moreno (PSUC) und Ramón Ormazábal von der kommunistischen Partei des Baskenlandes (Partido Comunista de Euskadi, PCE-EPK). Nachdem Ormazábal 1962 illegale Streiks im Baskenland organisiert hatte, wurde er gefasst und kam nach Burgos. Von ihm stammt der Titel gebende Satz „Aquí no hemos venido a estudiar“ (Wir sind hier nicht zum Studieren hingekommen). Er interpretiert nämlich die beträchtliche Streikbeteiligung als Hinweis auf ein mögliches, nahes Ende des Franco-Regimes und drängt auf unterstützende Aktionen vom Gefängnis aus. Manuel Moreno ist davon nicht überzeugt, sieht den Franquismus nicht am Ende und plädiert für das Lernen. Der Baske setzt sich in der Auseinandersetzung durch.

Da es Juliana auch um die Geschichte der PCE geht, ihre inneren Kämpfe, Fehleinschätzungen, Niederlagen und Kursänderungen, wird die Kontroverse Aktion vs. Reflexion auf der Ebene der Parteiführung ebenfalls zum Thema. Dolores Ibárruri und Santiago Carrillo müssen sich mit Javier Pradera, Jorge Semprún, Fernando Claudín und weiteren Dissidenten auseinandersetzen. Diese werden dann Mitte der 60er Jahre aus der Partei ausgeschlossen, unter anderem deshalb, weil sie den gesellschaftlichen Wandel in Spanien, den wirtschaftlichen Aufschwung und die wachsende Konfliktbereitschaft der Arbeiter anders interpretiert haben. Den Dreh- und Angelpunkt der Auseinandersetzungen im Gefängnis wie in der Partei bildet die Frage, als wie hinfällig oder langlebig das Franco-Regime Ende der 50er, Anfang der 60er Jahre einzuschätzen ist.

In der Literatur wird die neue Wirtschaftspolitik des Regimes häufig allein dem Einfluss der Technokraten des Opus Dei zugeschrieben. Dem widerspricht Juliana. Für ihn ist die Schlüsselfigur der wirtschaftspolitischen Wende der Ökonom Joan Sardà Dexeus, den er für den wichtigsten spanischen Wirtschaftsfachmann des 20. Jahrhunderts hält (S. 37). Sardà mag eine schillernde Persönlichkeit gewesen sein, Mitglied des Opus Dei war er jedenfalls nicht. Während des Bürgerkriegs hatte er schon die Wirtschaftspolitik der republikanischen Regionalregierung Kataloniens wesentlich mitgestaltet. Nun begegnet uns der anpassungsfähige Katalane als geistiger Vater des Stabilisierungsplans, der den wirtschaftlichen Zusammenbruch des Franco-Regimes vermeiden half: Wachstum, bescheidener Wohlstand, entpolitisierte Mittelschichten… . Auf die Bedeutung Sardàs als Ökonom hinzuweisen, ist sicherlich angebracht. Ihn wie einen Deus ex Machina aus Katalonien einzuführen, erscheint mir gleichwohl etwas überzeichnet (insbesondere nach der Lektüre von Anna Catharina Hofmann: Francos Moderne. Technokratie und Diktatur in Spanien 1956-1973, siehe: https://spanienecho.net/rezensionen/).

Die neue ökonomische Politik bildet den entscheidenden Wendepunkt in der Geschichte des Franquismus. Mit Verspätung erst reagiert die Parteiführung des PCE adäquat auf die neue Situation, wendet sich vom Stalinismus ab und dem Eurokommunismus zu. Nach dem Ende der Diktatur 1975 konnte die Partei hoffen, in der Parteiendemokratie eine wichtige Rolle zu spielen. Sie hatte den erbittertsten Widerstand gegen das Franco-Regime geleistet, war über die Basisarbeit in den Comisiones Obreras in den Fabriken anerkannt, und zählte zum Zeitpunkt der ersten freien Wahlen 1977 200.000 Mitglieder (weit mehr als der Partido Socialista Obrero Español, PSOE, mit ca. 50.000 Mitgliedern). Während der Transition gelang es dem PCE durchaus noch, Einfluss auf die Politik zu nehmen, exemplarisch bei der Erarbeitung der Verfassung von 1978 und dem Moncloa-Pakt. Trotzdem hat die Partei in den folgenden Jahren dann ihre Bedeutung fast gänzlich eingebüßt und ist weitgehend in Vergessenheit geraten. Spätestens nach der vorgezogenen Neuwahl 1982 mit der absoluten Mehrheit des konkurrierenden PSOE beginnt der Weg des PCE in die Bedeutungslosigkeit. Juliana leistet auch hier die nötige Erinnerungsarbeit.

Journalistisch zieht Juliana alle Register, um das Buch zu einem „page-turner“ zu machen. Einiges davon wurde schon angedeutet: das Höhlengleichnis, die immer weiter werdenden Kreise um die Höhle von der Gefängniszelle bis zur Weltpolitik (filmisch: zoom-out, zoom-in), die Gegenüberstellung von Aktion und Reflexion auf verschiedenen Ebenen (Ormazábal vs. Moreno; Parteiführung vs. Dissidenten), die abenteuerlichen Lebenswege von Ormazábal und Moreno im Gegenschnitt sowie weitere oft sehr dramatische Einzelschicksale, die eingewoben werden (z.B. von Julián Grimau oder Juan Comorera) und Rückblicke auf die Zeit der Zweiten Republik und des Bürgerkriegs ermöglichen.

Der Autor kombiniert Persönliches, Archivmaterial, Analyse, Sentenzen und Anekdoten. Dabei entsteht ein einzigartiges literarisches Konstrukt, das vielleicht am ehesten als Essay bezeichnet werden kann. Um die vielleicht schönste Anekdote hier noch abschließend anzuführen: Es war ein andalusischer Priester, der „Cura Pitillo“ aus Vélez-Rubio, dem Geburtsort Morenos, dem der Kommunist Manuel Moreno die Umwandlung der gegen ihn verhängten Todesstrafe in eine Haftstrafe verdankte. Diesem gelang es nämlich zu Eva Perón, die bei ihrem Spanienbesuch 1947 auch Granada besuchte, vorzudringen. Er überreichte ihr seinen Brief mit dem Begnadigungswunsch, und ihr gelang es offenbar, Franco zu diesem Gnadenakt zu bewegen.

Bleibt zu wünschen, dass das fesselnde Buch auch auf Deutsch verlegt wird.

Enric Juliana: Aquí no hemos venido a estudiar: Memoria de una discusión en el penal más duro de la dictadura. El debate de un mundo olvidado que explica el presente. Arpa Editores: Barcelona 2020. ISBN-10: 841762354X

H. Bahrmann: La larga sombra de Franco

TRADUCCIÓN provisional del alemán al castellano de la reseña del libro de Hannes Bahrmann: Francos langer Schatten. Diktatur und Demokratie in Spanien. Ch. Links Verlag, Berlin 2020

Reseña y traducción Knud Böhle| 07.07.2020

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El intento más reciente de mostrar las deficiencias de la democracia española sufre de una falta de esmero periodístico

Un libro de no ficción bien escrito y fácil de leer que explicara a un público más amplio los actuales déficits políticos y los problemas de la democracia española recurriendo al legado del franquismo sería de gran utilidad. Esto es exactamente lo que el título «La larga sombra de Franco. Dictadura y Democracia en España», publicado en marzo de este año, parece prometer.

El autor, Hannes Bahrmann, comienza con los antecedentes históricas de la Guerra Civil Española, trata los acontecimientos bélicos de manera selectiva y luego se dedica con más detalle al desarrollo de la dictadura franquista después de 1939, haciendo hincapié por un lado en la discriminación, la exclusión y la represión sistemática contra los «perdedores» y por otro lado en la resistencia antifranquista. Además esboza el auge económico de España en los años sesenta (gracias a la inversión extranjera, las remesas de los trabajadores en el extranjero, la industria del turismo, el auge de la construcción). Luego trata el declive de la dictadura y a continuación la transición de la dictadura a una democracia parlamentaria. La fase de la transición termina, según la interpretación común, con el intento fallido de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 y la victoria electoral de los socialistas (el PSOE, el Partido Socialista Obrero Español) en 1982. El resultado de la «democracia pactada» entre los franquistas y los antifranquistas incluía el «pacto del olvido».

De hecho, como Bahrmann puede demostrar de forma plausible, algunos de los males básicos del régimen franquista están lejos de haber sido superados: el mal endémico de la corrupción continúa arrasando, afectando no sólo al Partido Popular (PP), sino también al PSOE y a otros partidos más. La corrupción va acompañada de un segundo mal, a saber, el deseo desatado de muchas personas en posiciones de liderazgo de enriquecerse. Esto ya era cierto para el dictador y su familia, sigue siendo cierto para los políticos de todas las corrientes, pero también para la familia real. El rey Juan Carlos I se había hecho multimillonario incluso antes de su abdicación, sobre todo por sus buenas relaciones con la familia real saudí. Bahrmann: «Con cada superpetrolero que transportaba entre 1,4 y 1,6 millones de barriles, la fortuna del monarca aumentaba en unos dos millones de dólares» (p. 222). Cabe señalar que la susceptibilidad a la corrupción tiene raíces que se remontan aún más atrás.

Tras la muerte de Franco, la falta de voluntad política para abordar el pasado, es decir, investigar los crímenes cometidos por ambos bandos durante la guerra civil, e investigar los crímenes políticos y de terrorismo de Estado cometidos por la dictadura franquista, sirve y protege sobre todo a sus seguidores y cómplices. Este agravio es tratado en detalle por Bahrmann. Con la ley de amnistía de 1977, el «pacto del olvido» fue cuasi formalizado. El tabú sólo fue sacudido a principios del nuevo milenio. En ese momento, la exhumación de los asesinados enterrados en fosas comunes fue iniciada por familiares y oenegés (en particular la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, ARMH). Paralelamente, ganó terreno una re-evaluación jurídica, según la cual el enjuiciamiento de los crímenes de lesa humanidad no podía ser socavado por una ley de amnistía. La experiencia del juez de instrucción Baltazar Garzón es reveladora: Presentó cargos contra Franco y 44 co-conspiradores, pero luego él mismo terminó en el banquillo de los acusados por prevaricación y fue suspendido de su cargo. Eso demuestra la eficaz función protectora de la ley de amnistía para los franquistas. La escasez de apoyo estatal en los esfuerzos por localizar las fosas comunes, identificar a los muertos y enterrarlos con dignidad muestra la dificultad que tienen los varios gobiernos con el pasado, incluso en materias cuya naturaleza humanitaria es evidente. De hecho, ninguno de los dos ejemplos constituye capítulo glorioso de la democracia española.

No obstante, hay que oponerse al juicio apodíctico del autor sobre la democracia española cuando dice: «La democracia en España se construye sobre los cimientos de la dictadura fascista. El viejo aparato de la dictadura nunca fue tocado» (p. 268). De esta manera el autor ignora las instituciones democráticas en España, que funcionan más o menos bien, y no reconoce los progresos en comparación con la época de la dictadura. Ni siquiera valora los severos fallos judiciales en muchos casos de corrupción como un progreso en comparación con la época de la dictadura. No toma nota que la financiación ilegal probada del Partido Popular en 2018 puso fin al gobierno del entonces PP y que también la corrupción en la casa real fue castigada. Iñaki Urdangarin, yerno de Juan Carlos I, fue condenado a una larga privación de libertad y a una fuerte multa por corrupción.

La visión sesgada de la democracia en España resulta algo raro. Además hay deficiencias periodísticas que perjudican la lectura. Si bien puede decirse que el libro contiene muchos detalles y anécdotas interesantes, en algunos lugares se acerca demasiado al estilo de los tabloides, por ejemplo cuando el ascenso de uno de los políticos reformistas decisivos de la dictadura en los años sesenta, Laureano López Rodó, se atribuye a la gratitud de Carrero Blanco, porque López Rodó le hubiera ayudado en una crisis matrimonial (p. 138). También atribuye las declaraciones de Corinna zu Sayn-Wittgenstein incriminando al Rey Juan Carlos motivacionalmente a la supuesta promesa de matrimonio de éste.

Otra debilidad del libro es que hay información errónea que podría haber sido fácilmente evitada por medio de algunas simples investigaciones. Por ejemplo, se afirma que los españoles pudieron ver el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 en directo por televisión (pág. 191). Pero no fue así. Sólo un día después se emitió la grabación del intento de golpe de estado. En otro lugar se afirma que Jorge Semprún, tras su expulsión del Partido Comunista Español (1964), «se dedicó exclusivamente a su trabajo de escritor» (p. 153). Se ignora el hecho de que Semprún fue ministro de un gobierno de Felipe González entre 1988 y 1991.

Un ligero descontento surge cuando se lee que el conocido científico forense español, Francisco Etxeberria, que también aporta su experiencia en la exhumación de víctimas de la guerra civil, haya demostrado que Salvador Allende fue asesinado por partidarios de Pinochet (p. 258). Lo correcto es lo contrario: la comisión de expertos internacionales, de la que Etxeberria fue miembro, confirmó la tesis del suicidio. También sigue siendo incomprensible que el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC, que se creó después de la guerra civil, se presente como el «Consejo Científico de la Orden», es decir, del Opus Dei (p. 140). Esto también es incorrecto: la institución estaba subordinada al Ministro de Educación, quien también era presidente del Consejo, pero que no era miembro del Opus Dei. Que la influencia del Opus Dei en esta institución fue considerable es otra historia.

La falta de cuidado también es evidente en el uso impreciso de nombres: por ejemplo, Laureano Cerrada Santos, veterano de la confederación sindical anarquista CNT (Confederación Nacional del Trabajo) e incansable luchador de la resistencia, aparece como «empresario Laureano Cerrado Santos» (S. 105); la juez argentina, Sra. María Servini de Cubría, que dictó órdenes de detención internacional por crímenes contra la humanidad cometidos en España, está presentada en una página como la Sra. Salvini (p. 251); el Papa Pablo VI, que intervino ante Franco por las condenas a muerte en el juicio de Burgos, se convierte en Pío VI (p. 157). Ya basta de esto.

En resumen: el libro está escrito de una manera fácilmente comprensible. No es científico, no quiere serlo y no tiene que serlo. Lamentablemente, como libro de no ficción no está muy logrado debido a sus deficiencias periodísticas: muy pocas referencias, demasiadas inexactitudes y errores en el texto y una falta de reconocimiento de las estructuras y fuerzas democráticas que funcionan. Es una lástima, porque se podría haber logrado un resultado mucho mejor con más cuidado por parte del autor en su investigación, un aparato de anotación fiable y una edición profesional. Aparentemente nadie quería hacer tal esfuerzo adicional.

Hannes Bahrmann: Francos langer Schatten. Diktatur und Demokratie in Spanien. Ch. Links Verlag, Berlin 2020, ISBN 978-3-96289-077-3

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