Nicola Veith: Spanische Aufklärung und südwestdeutsche Migration | La Ilustración española y la emigración del Suroeste alemán

Un análisis completo y lúcido del proceso migratorio desde el Sacro Imperio Romano Germánico hacia Andalucía a finales del siglo xviii

Reseña de Knud Böhle (Spanienecho de 26.11.2020), traducción de Pascual Riesco Chueca (Spanienecho de 07.07.2022)

1. El despotismo ilustrado y el proyecto español de colonización (1767-1835)

Estamos en 1767, tiempo de despotismo ilustrado en Europa: José II ocupa desde marzo de 1764 el pináculo del Sacro Imperio Romano, Federico el Grande rige Prusia, Catalina la Grande lo hace en Rusia y, en España, tiene la corona el rey borbón Carlos III. Han penetrado en España las ideas de la Ilustración y el pensamiento fisiocrático. Ilustrados como Campomanes, Aranda y Olavide ocupan puestos destacados de la Administración. Dentro del corpus ideológico que inspira a los políticos reformistas figuran nociones como el intervencionismo estatal, la mejora de la agricultura, una agenda activa de poblamiento y proyectos de prestigio.

En el seno de este conjunto de ideas ha de situarse el establecimiento de colonos extranjeros ―la colonización― en tierras baldías, como ocurrió en los casos de Prusia, Rusia, y a menor escala también en España desde 1767. Ese mismo año se dicta la supresión y expulsión de los jesuitas. La institución inquisitorial, por el contrario, seguirá en pie. Otra particularidad española es el bandolerismo, que compromete el tráfico de mercaderías de ultramar desde los puertos andaluces hacia Madrid. De ahí que un objetivo de los proyectos de colonización sea hacer más seguros ciertos tramos del Camino Real. En El manuscrito encontrado en Zaragoza, la célebre novela publicada en 1804 por el conde Jan Potocki, se dice al respecto en el mismo comienzo del texto: «El conde de Olavídez no había establecido aún colonias de extranjeros en Sierra Morena; esta elevada cadena que separa Andalucía de la Mancha no estaba entonces habitada sino por contrabandistas, por bandidos, y por algunos gitanos…» (ed. Minotauro, 1996, p. 31).

Ya había habido, desde comienzos del siglo xviii, propuestas de poblamiento de esta área mediante inmigrantes extranjeros; pero el paso decisivo se produce en abril de 1767, cuando el rey de España contrata con el bávaro Johann Kaspar Thürriegel la fijación de 6.000 colonos, un aflujo que ha de publicitarse y canalizarse hacia España. El contrato contiene especificaciones precisas sobre el origen, la adscripción religiosa, la estructura de edades y las cualificaciones exigibles a los colonos solicitados. En julio de 1767 se redactan los reglamentos que deberán aplicarse en las comarcas de asentamiento, en el marco de un Fuero de Población, que detalla los derechos particulares de las colonias. Ya en agosto de 1767 acuden a España los primeros emigrantes del Sudoeste del Sacro Imperio Romano Germánico. Los terrenos asignados inicialmente están en Sierra Morena, si bien a partir de 1768 se agregan áreas más occidentales de Andalucía.

Leyenda: Las colonias se establecen en las áreas en verde claro; los cuatro reinos que aquí se muestran vienen a coincidir con la extensión actual de la Comunidad Autónoma Andaluza. Fuente: Wikipedia

De manera oficial, el proyecto llevará desde 1768 el nombre de Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y de Andalucía. Muchos de los lugares fundados entonces ex novo han subsistido. Entre los más conocidos están La Carolina (Jaén), La Carlota (Córdoba) y La Luisiana (Sevilla). Con la extinción en 1835 de los últimos reglamentos especiales y los subsidios estatales para los territorios colonizados se da por concluido el proyecto. Ciertamente, los años iniciales son cruciales para la investigación histórica de este proceso migratorio.

2. La complejidad del tema y su encuadre científico

Nicola Veith aborda esta materia en su tesis (Universidad Johann-Gutenberg de Maguncia, en el área de las ciencias históricas y culturales) por el camino más exigente, optando por analizar y reconstruir el proceso migratorio sobre la base de la literatura científica y un trabajo archivístico intenso, que implica el estudio de fuentes y materiales tanto españoles como alemanes (véase una panorámica sobre las fuentes en las pp. 22-28).

Como primera consideración, el proceso migratorio es presentado de forma global. Ello significa que, en primer lugar, se investigan las circunstancias de la emigración desde el Sacro Imperio Romano Germánico (nación alemana) y las rutas y recorridos del viaje hacia el territorio de asentamiento. Solo entonces se trata el asentamiento de colonos y la historia subsiguiente del desarrollo de las nuevas poblaciones, así como la integración de los inmigrantes. Dentro del esquema del trabajo, ello se corresponde con la organización tripartita siguiente. Parte I: antecedentes de la emigración a España del siglo xviii; parte II: desarrollo de la emigración a España entre 1767 y 1769; parte III: asentamiento e integración de los colonos.

En el marco de esta estructura se consideran detalladamente, en primer lugar, los aspectos legales, políticos, organizativos y financieros. En segundo lugar, se tratan con minuciosidad tanto las condiciones de vida en los lugares de origen, que incitaron a emigrar a los colonos, como la realidad social en las nuevas poblaciones y la cotidianía que fue fraguándose en ellos. Para describir con ejemplar precisión los mundos de origen se centra la mirada en el Palatinado Electoral, el marquesado de Baden-Durlach y la región suaba. Casi involuntariamente viene a la mente que estas historias de emigración habrían merecido un cineasta de la talla de Edgar Reitz (cf. Heimat – La otra tierra (2013), una película acerca de una familia pobre de la región de Hunsrück en 1842, que sueña con empezar una nueva vida en Brasil).

La complejidad del tema al que se enfrenta Nicola Veith es grande. Han de quedar fuera las simplificaciones imprudentes, y son de rigor ciertas distinciones indispensables. Por citar el ejemplo más destacado: si centramos la atención en el origen de los inmigrantes, se hace visible el sentido de tales distingos. Es cierto que la mayoría de los colonos eran del sudoeste alemán, campesinos y menestrales alsacianos y lorenos. Pero a ellos pronto se añaden otros colonos de las diversas regiones germanoparlantes del Sacro Imperio, Países Bajos y Suiza, así como otros de lengua francesa, oriundos de Suiza y Francia, además de italianos (p. 354). En la síntesis sostiene Nicola Veith una hipótesis de interés: el etiquetado del conjunto de los colonos como «alemanes» debilitó sus identidades regionales y territoriales (en tanto que palatinos, badenenses, etc.), pero fue precisamente esto lo que, al propiciar una identidad común como alemanes, facilitó la integración en las colonias (cf. pp. 361, 399).

Para obtener una imagen fiel de conjunto de las colonias de inmigrantes es preciso incorporar al cuadro múltiples facetas diferentes: cuestiones de forma de los asentamientos, arquitectura, características del suelo, administración colonial, estructuras familiares, relaciones vecinales, cuidados médicos, asistencia espiritual, organización del tiempo libre y otras, que esta reseña no puede cubrir. La sección de contenidos, de seis páginas, disponible en línea (en alemán) como pdf, ofrece una visión de la diversidad de aspectos tratados en la tesis.

3. Contradicciones, reveses y conflictos del proyecto colonizador

Uno de los méritos del trabajo reside en haber identificado y analizado los conflictos implícitos al proyecto y las contradicciones y dificultades que afloraron tras su puesta en marcha; ello pone las bases para sentar una valoración crítica del conjunto de la operación. Seguidamente nos ocuparemos brevemente de algunos aspectos cruciales.

El propio reclutamiento de colonos se oponía a la prohibición de emigrar vigente en el siglo xviii en el Sacro Imperio (véase p. 72). La emigración era por tanto ilegal y se producía por lo común de forma clandestina (p. 105). En particular, el empeño con que los estados de origen intentaban retener a sus más cualificados labradores y artesanos iba radicalmente en contra del deseo de captar precisamente a este círculo de personas para prestigiar el proyecto de colonización. Ello significaba, a efectos prácticos, que muchos de los emigrantes que partieron hacia España no poseían la cualificación requerida.

Era también contradictoria la mezcla de tendencias ilustradas y absolutistas, característica de la praxis agroeconómica en las colonias (véanse pp. 214-253). Del lado progresista de dicha agronomía pueden dar muestra la prioridad otorgada al cultivo, la ganadería y la artesanía como fundamentos económicos, la escolarización obligatoria, y el papel más activo asignado a las mujeres. Pero, en el lado negativo, puede citarse la «desmedida intervención estatal» (p. 30), que se aprecia por ejemplo en los repartos de lotes con extensión homogénea, sin tener en cuenta la desigual calidad del suelo; o en la insistencia en cultivar cereales pese a las características desfavorables para ello del terreno, lo cual retrasó la plantación de otras labranzas más provechosas (p. 403). También pesa en el lado negativo el hecho de que los colonos, en los primeros años, no tenían ninguna opción de cogestionar la producción (p. 192). Nicola Veith alude a una administración cuasimilitar de las colonias (p. 398). «La inactividad se consideraba delito» (p. 404), un hecho que se castigaba con el uso del grillete durante el trabajo o incluso con prisión. Por añadidura se consentía poca vida social, lo que se sumaba al carácter disperso de las aldeas y la prohibición de visitar los lugares más populosos durante la semana. No obstante, y visto en contraste con el latifundismo, el tipo predominante de aprovechamiento en Andalucía, basado en la gran propiedad, explotador y poco productivo, este intento, altamente subvencionado, de crear una «clase media campesina» (p. 406), puede considerarse sin duda progresista.

Entre los fallos onerosos de los responsables del proyecto, explicitados en detalle por la autora del estudio, estaba la deficiente preparación ante las exigencias de la colonización primera. De modo que, recién llegados los primeros colonos en el final del verano y el otoño de 1767, los terrenos no se encontraban a la sazón laboreados ni apenas existían alojamientos (p. 172). Incluso en casos en que habían aparecido casas en las tierras de labor, los responsables del proyecto dispusieron que los colonos habían de realojarse en barracones situados en las cabezas de colonia, en vez de permanecer cerca de sus parcelas. Ello favoreció la aparición de epidemias, y «puede conjeturarse que a la altura de 1770 había fallecido la mitad de los colonos» (p. 405). En esta estimación entran ciertamente empleados de las colonias, trabajadores manuales que ayudaron en la construcción de casas, soldados y colonos españoles. Por añadidura, la situación debe de haber sido muy diversa según lugares.

Mediante el refuerzo con españoles procedentes de Cataluña y Valencia, y luego de otras regiones más pobres del país, se pudo compensar esta sangría. Parece que ya en 1771 el número de españoles en las colonias se había igualado con el de extranjeros (pp. 369-372), con lo que se alteró sustancialmente el carácter del proyecto inicialmente concebido.

La pertenencia y el cumplimiento religioso supusieron otro punto espinoso. Para empezar, solo se debía captar a católicos, pero esta restricción fue ocultada en lo que pudo por el reclutador Thürriegel. De ahí que el deficiente control de los emigrantes a España dio lugar a numerosas falsas conversiones, y en algunos casos, incluso a la expulsión de protestantes. Fue también problemático el cuidado pastoral, que con arreglo al Fuero de Población habría de hacerse en los años iniciales usando la lengua madre (p. 258). Ahora bien, la dirección colonial no había tenido en cuenta la necesaria procuración de sacerdotes, y solo en 1769 pudo cubrir la demanda mediante frailes capuchinos germanoparlantes, en un total de dieciocho, como muestra Nicola Veith. Por lo visto, los frailes no se limitaron a cuestiones de asistencia espiritual, sino que se enfrentaron a la administración colonial en defensa de los pobladores germanoparlantes (p. 262). A medida que a partir de 1770 fueron admitidos más y más colonos españoles en detrimento de las costumbres alemanas, fue agudizándose el conflicto. Ello llevó incluso a que el capuchino Romualdo Baumann en 1774 denunciara ante la Inquisición al dirigente del proyecto colonial, Pablo de Olavide, como hereje, pues «portaba en su interior las semillas del pensamiento protestante, y se expresaba en contra de los dogmas de la Iglesia» (p. 270). Siguió a ello el proceso y la condena de Olavide, seguramente no solo por la denuncia del padre Romualdo. Pero también los capuchinos debieron a partir de entonces abandonar las colonias y el suelo español.

4. ¿Fracasó el proyecto colonial o fue un éxito?

Preguntémonos finalmente, a la luz de la tesis, acerca del éxito o el fracaso del proyecto. En todo caso fue exitoso el reclutamiento y Thürriegel superó (según sus propios datos) la meta fijada, con 7.775 pobladores, cifra que le permitía saldar cuentas, a razón de 326 reales por persona admitida (p. 151).

Pero desde el punto de vista de la idea inicial del proyecto primigenio, que aspiraba a fijar una economía agraria avanzada y ejemplar regida en exclusiva por extranjeros capacitados, es inevitable hablar de un fracaso.

Si se contemplan las colonias a partir de 1770, en una evolución en que participaron colonos extranjeros y españoles, se desprende una imagen más halagüeña. Según una de las fuentes citadas, la población creció desde las 6.585 personas de 1770 a 11.857 en 1833 (pp. 386, 389). A ello se suma un crecimiento positivo en lo económico. También puede hablarse de una historia de éxito en lo tocante a integración, pues los inmigrantes extranjeros, en el curso de unas pocas décadas, se integraron casi del todo en la sociedad española. De ahí el aserto de Nicola Veith, según el cual muchas «biografías de emigrantes muestran que, en repetidas ocasiones, el trayecto desde la miseria en su país de origen hasta la condición de propietario rural en España había sido coronado con éxito» (p. 406).

5. Resumen

La tesis proporciona una contribución importante a un capítulo descuidado y casi olvidado (al menos en Alemania) de la historia hispano-alemana. La autora ha investigado profundamente las fuentes, tanto en archivos alemanes como españoles; y es preciso destacar el rigor de su enfoque global y orientado al proceso. Ello le permite examinar con detalle el mundo de origen y las circunstancias de la migración, las rutas e itinerarios de viaje hacia las comarcas de asentamiento seleccionadas por el Estado español y el desarrollo del proyecto de colonización entre 1767 y 1835. Este estudio aporta también lecciones para el presente, pues de él se desprenden valiosos indicios e intuiciones para el análisis de procesos migratorios en curso y proyectos contemporáneos relacionados con la captación de trabajadores extranjeros.


Nicola Veith: Spanische Aufklärung und südwestdeutsche Migration. Auswandererkolonien des 18. Jahrhunderts in Andalusien. Kaiserslautern: Bezirksverband Pfalz, Inst. f. pfälz. Geschichte und Volkskunde 2020, ISBN: 978-3-927754-97-3

[Nicola Veith: La Ilustración española y la emigración del Suroeste alemán. Colonias de emigrantes del siglo xviii en Andalucía. Kaiserslautern: Bezirksverband Pfalz, Inst. f. pfälz. Geschichte und Volkskunde 2020, ISBN: 978-3-927754-97-3]

Nicola Veith: Spanische Aufklärung und südwestdeutsche Migration

Die Auswanderung nach Andalusien, ein weitgehend vergessenes Kapitel spanisch-deutscher Geschichte, wird erstmals systematisch ausgeleuchtet

Rezension von Knud Böhle

1. Aufgeklärter Absolutismus und das spanische Kolonisierungsprojekt (1767-1835)

1767 – es ist die Zeit des aufgeklärten Absolutismus in Europa: Joseph II steht seit März 1764 an der Spitze des Heiligen Römischen Reiches, Friedrich der Große herrscht über Preußen, Katharina die Große über Russland und in Spanien ist der Bourbonenkönig Karl III (Carlos III) an der Macht. Ideen der Aufklärung und physiokratisches Denken haben in Spanien Einzug gehalten. Aufklärer wie Campomanes, Aranda und Olavide bekleiden wichtige politische Ämter. Zur Ideenwelt, die die Reformpolitiker inspiriert, gehören staatlicher Interventionismus, die Verbesserung der Landwirtschaft, eine aktive Bevölkerungspolitik und Prestigeprojekte.

In diesem Zusammenhang ist die Ansiedlung von Ausländern in landwirtschaftlich ungenutzten Landesteilen (Kolonisierung) zu sehen, wie sie etwa von Preußen, Russland und eben auch von Spanien ab 1767 (in vergleichsweise kleinem Maßstab) praktiziert wird. Ebenfalls in das Jahr 1767 fällt das Verbot des Jesuitenordens und die Ausweisung der Jesuiten. Die Institution der Inquisition bleibt hingegen bestehen. Eine andere spanische Besonderheit ist das Banditentum (bandolerismo), welches den Transport überseeischer Waren von den Häfen Andalusiens nach Madrid gefährdet. Von daher ist es auch ein Ziel des Siedlungsprojekts gewesen, diese Wege (Teilstrecken des Camino Real) sicherer zu machen. In der Handschrift von Saragossa, dem weltberühmten, erstmals 1804 veröffentlichten Buch des Grafen Potocki, wird auf diesen Zusammenhang gleich zu Anfang angespielt: «Der Graf von Olavidez hatte in der Sierra Morena noch keine Ausländer angesiedelt: diese steile und stolze Gebirgskette, die Andalusien von der Mancha trennt, war also nur von Schmugglern bewohnt, von Räubern und von einigen Zigeunern…» (Inselausgabe 1980, S. 11).

Vorschläge für die Besiedlung dieser Gegend mit ausländischen Einwanderern gibt es schon seit Beginn des 18. Jahrhunderts, entscheidend ist aber der April des Jahres 1767 als der König von Spanien mit dem Bayern Johann Kaspar Thürriegel einen Vertrag abschließt über 6.000 Kolonisten, die anzuwerben und nach Spanien zu bringen sind. In dem Vertrag sind genaue Vorgaben zu Herkunft, Religionszugehörigkeit, Altersstruktur und den nachzuweisenden Qualifikationen der angeforderten Kolonisten enthalten. Im Juli 1767 werden die Regularien, die in den Siedlungsgebieten gelten sollen im Fuero de Población (etwa: Sonderrechte für die Ansiedlungen) festgeschrieben. Der bereits genannte Pablo de Olavide übernimmt im Juni 1767 als Superintendente die Leitung des Kolonisierungsprojekts. Im August 1767 kommen bereits die ersten Migranten aus dem Südwesten des Heiligen Römischen Reiches in Spanien an. Die avisierten Siedlungsgebiete liegen zunächst in der Sierra Morena und ab 1768 kommen Flächen etwas weiter westlich in Andalusien dazu.

Legende: Die Kolonien liegen in den hellgrünen Flächen; die vier Reiche zusammen entsprechen weitgehend der heutigen autonomen Region Andalusien. Quelle: Wikipedia

Offiziell wird bei dem Projekt seit 1768 von den Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y de Andalucía (etwa: Neusiedelungen in der Sierra Morena und Andalusien) gesprochen. Viele der damals neu gegründeten Dörfer gibt es noch heute. La Carolina in der Sierra Morena (Provinz Jaén), La Carlota (Provinz Córdoba) und La Luisiana (Provinz Sevilla) dürften zu den bekannteren Orten zählen. Mit der Aufhebung der letzten Sonderregelungen und staatlichen Zuwendungen für die Gebiete im Jahr 1835 endet das Projekt. Für die historische Untersuchung des Migrationsprozesses sind natürlich die ersten Jahre besonders relevant.

2. Komplexität des Themas und ihre wissenschaftliche Bewältigung

Nicola Veith bearbeitet das Thema in ihrer Dissertation (Johann-Gutenberg Universität Mainz, Fachbereich Geschichts- und Kulturwissenschaften) auf die denkbar anspruchsvollste Weise, indem sie den Migrationsprozess auf Basis der wissenschaftlichen Literatur und intensiver Archivarbeit – verbunden mit dem Studium überwiegend spanischer und deutscher Quellen und Materialien – analysiert und rekonstruiert (vgl. zur Quellenlage S. 22-28).

Erstmalig wird hier der Migrationsprozess ganzheitlich dargestellt. Das bedeutet, dass zunächst die Umstände der Emigration aus dem Heiligen Römischen Reich (deutscher Nation) und die Reiserouten und Reiseverläufe bis in das neue Siedlungsgebiet untersucht werden. Erst danach wird die Ansiedlung und die sich anschließende Geschichte der Entwicklung der Kolonien und der Integration der Auswanderer behandelt. Dem entspricht in der Gliederung der Arbeit die folgende Dreiteilung: Teil I: Hintergründe der Spanienauswanderung im 18. Jahrhundert, Teil II: Verlauf der Spanienauswanderung 1767 bis 1769 und Teil III: Ansiedlung und Integration.

Im Rahmen dieser Struktur werden erstens die rechtlichen, politischen, organisatorischen und finanziellen Aspekte detailliert behandelt. Zweitens werden sowohl die Lebensbedingungen in der Herkunftswelt, die die Auswanderer motivierten, als auch die soziale Wirklichkeit in den Ansiedlungen und die sich dort nach und nach bildende neue Alltagswelt akribisch herausgearbeitet. Für die exemplarische Untersuchung der Herkunftswelten werden insbesondere die Kurpfalz, die Markgrafschaft Baden-Durlach sowie der schwäbische Raum ausgewählt. Fast unwillkürlich denkt man, dass auch diese Auswanderungsgeschichten einen Filmemacher wie Edgar Reitz (Stichwort: Die andere Heimat – Chronik einer Sehnsucht) verdient hätten.

Die von Nicola Veith zu bewältigende Komplexität des Themas ist hoch. Vorschnelle Vereinfachungen verbieten sich. Es geht um notwendige Differenzierungen. Lässt man sich, um gleich das wichtigste Beispiel zu nehmen, genauer auf die Herkünfte der Migranten ein, wird die Bedeutung solcher Differenzierung sichtbar: Zwar waren die überwiegende Anzahl der Kolonisten südwestdeutsche, elsässische und lothringische Bauern und Handwerker. Aber dazu kommen dann weitere Kolonisten aus den verschiedenen deutschsprachigen Gebieten des Heiligen Römischen Reiches, den Niederlanden und der Schweiz, und weitere Kolonisten mit französischer Muttersprache aus der Schweiz und Frankreich sowie Italiener (vgl. S. 354). In dem Zusammenhang vertritt Nicola Veith die interessante These, dass die deutschsprachigen Migranten zwar durch die Fremdzuschreibung als «Deutsche» in ihrer regionalen und territorialstaatlichen Identität (als Kurpfälzer, Badener etc.) geschwächt wurden, dass aber gerade die dadurch ermöglichte gemeinsame Identität als «Deutsche», die Integration in den Kolonien erleichterte (vgl. S. 361, S. 399).

Für ein realistisches Gesamtbild der Auswandererkolonien kommt es zudem darauf an, viele unterschiedliche Facetten in die Betrachtung einzubeziehen: Fragen der Siedlungsform, Architektur, Bodenbeschaffenheit, Kolonialverwaltung, Familienstrukturen, Nachbarschaftsbeziehungen, Krankenversorgung, Seelsorge, Freizeitgestaltung etc., die in dieser Rezension aber nicht weiter vertieft werden können. Dem sechsseitigen Inhaltsverzeichnis, das online als pdf-Dokument verfügbar ist, kann man die Vielzahl der in der Dissertation behandelten Aspekte entnehmen.

3. Widersprüche, Fehler und Konflikte im Kolonisierungsprojekt

Ein Verdienst der Arbeit liegt darin, wichtige im Projekt angelegte und im Projektverlauf aufgetretene Konflikte und Widersprüche herausgearbeitet zu haben, was die Grundlage für eine kritische Gesamtbewertung liefern kann. Einige kritische Punkte sollen hier kurz angesprochen werden.

Bereits die Anwerbung von Kolonisten stand im Widerspruch zu den im 18. Jahrhundert geltenden Auswanderungsverboten im Heiligen Römischen Reich (vgl. S. 72). Die Emigration war von daher widerrechtlich und fand meistens heimlich statt (S. 105). Insbesondere stand das Bestreben der Herkunftsländer, die qualifizierten Bauern und Handwerker zu halten, im Widerspruch zu dem Ziel gerade diesen Personenkreis für das prestigeträchtige Kolonisierungsprojekt zu gewinnen. In der Praxis bedeutete das, dass viele der in Spanien aufgenommenen Auswanderer die erwarteten Qualifikationen nicht mitbrachten.

Widersprüchlich war auch die Mischung aufklärerischer und despotischer Tendenzen, die die wirtschaftliche Praxis in den Kolonien kennzeichnete (vgl. S. 214-253). Auf der Seite des Fortschritts in der Landwirtschaft standen die Kombination von Ackerbau-, Viehzucht und Handwerk als Wirtschaftsgrundlage, eine Schulpflicht und für die Frauen eine aktivere Rolle im Wirtschaftsleben. Kritisch ist ein «Übermaß an staatlicher Regulierung» (S. 30) zu sehen, das etwa an der anfänglichen Verteilung gleichgroßer Grundstücke, ohne die Bodenqualität in Rechnung zu stellen, abzulesen ist, oder am Beharren auf dem Anbau von Getreide trotz dafür ungünstiger landwirtschaftlicher Gegebenheiten und der damit einhergehenden verzögerten Umstellung auf ertragreichere Pflanzungen (S. 403). Auf der Negativseite steht weiter, dass die Kolonisten in den ersten Jahren keine Möglichkeit der Mitbestimmung hatten (S. 192). Nicola Veith spricht von einer annähernd militärischen Verwaltung der Kolonien (S. 398). «Untätigkeit zählte als Straftat» (S. 404), die mit Fußfesseln bei der Arbeit oder sogar Gefängnis geahndet werden konnte. Außerdem wurde wenig Geselligkeit zugelassen, was mit der Streulage der Höfe und dem Verbot, während der Woche die zentralen Orte zu besuchen, zusammenhing. Dennoch: vor der Kontrastfolie des Latifundismus, dem in Andalusien vorherrschenden Typus ausbeuterischen und wenig effektiven Großgrundbesitzes, wird der staatlich hoch subventionierte Versuch, eine «bäuerliche Mittelschicht» (S. 406) zu etablieren, als fortschrittlich erkennbar.

Zu den gravierenden Fehlern der Projektverantwortlichen, die die Autorin der Studie im Einzelnen nachgewiesen hat, gehörte die mangelhafte Vorbereitung auf die Herausforderungen der Ansiedlung in der Anfangszeit. So kamen die ersten Siedler erst im Spätsommer und Herbst 1767 an, das Neuland war zu dem Zeitpunkt noch nicht urbar gemacht und Unterkünfte standen kaum zur Verfügung (S. 172). Selbst dort wo Unterkünfte auf den Grundstücken entstanden waren, verfügten die Projektverantwortlichen, dass die Kolonisten (wieder) in große Baracken in den Hauptkolonien ziehen sollten – anstatt auf ihren Grundstücken zu bleiben. Dadurch begünstigt brachen Epidemien aus und es „ist anzunehmen, dass bis 1770 etwa die Hälfte der Kolonisten verstarb“ (S. 405). In diese Schätzung fließen freilich auch Angestellte der Kolonien, Handwerker, die beim Hausbau halfen, Soldaten sowie spanische Kolonisten ein. Außerdem dürfte die Situation je nach Ort stark variiert haben.

Mit dem Nachzug von Spaniern aus Katalonien und Valencia, und später auch aus anderen, ärmeren Gegenden Spaniens, wurde dieser Aderlass kompensiert. Die Zahl der Spanier in den Kolonien glich sich wahrscheinlich bereits im Jahr 1771 derjenigen der Ausländer an (S. 369-372). Damit veränderte sich freilich der Charakter des Vorzeigeprojekts grundlegend.

Religionszugehörigkeit und Religionsausübung bildeten eine weiteres Konfliktfeld. Das begann damit, dass nur Katholiken angeworben werden sollten, diese Bedingung aber von dem Werber Thürriegel nach Möglichkeit verschwiegen wurde. Das führte bei der Kontrolle der Einwanderer in Spanien häufig zu Scheinkonvertierungen und in einigen Fällen auch später noch zur Ausweisung von Protestanten. Problematisch war auch die seelsorgerische Betreuung, die laut Bestimmung im Fuero de Población für die ersten Jahre in der Muttersprache erfolgen sollte (S. 258). Die Kolonialleitung hatte indes die Akquise von Priestern nicht recht bedacht und kam erst 1769 darauf, den Bedarf durch deutschsprachige Kapuzinermönche, 18 an der Zahl, wie Nicola Veith aufzeigt, zu decken. Diese Mönche kümmerten sich offenbar nicht nur um seelsorgerische Belange, sondern legten sich auch mit der Kolonialverwaltung im Interesse der deutschsprachigen Siedler an (S. 262). In dem Maße, in dem ab 1770 zunehmend auch spanische Siedler aufgenommen wurden und das deutsche Brauchtum zurückgedrängt wurde, verschärfte sich der Konflikt. Das führte sogar dazu, dass der Kapuziner Romualdo Baumann im Jahr 1774 den Leiter des Kolonisierungsprojekts, Pablo de Olavide, bei der Inquisition als Ketzer denunzierte, weil der «protestantisches Gedankengut in sich trüge und sich gegen die kirchlichen Dogmen ausspreche» (S. 270). Es kam zum Prozess und zur Verurteilung Olavides (sicherlich nicht nur wegen Pater Romualdos Anzeige). Aber auch die Kapuziner mussten danach die Kolonien und Spanien verlassen.

4. Ist das Kolonisationsprojekt gescheitert, oder war es ein Erfolg?

Fragen wir abschließend auf Basis der Dissertation nach Erfolg und Scheitern des Projekts. Die Anwerbung jedenfalls war erfolgreich und Thürriegel übererfüllte (nach eigenen Angaben) sogar sein Soll mit 7.775 Siedlern, die er abrechnen konnte (mit 326 Reales je angenommener Person, S. 151).

Unter dem Gesichtspunkt der ursprünglichen Projektidee einer allein von kompetenten Ausländern aufgebauten fortschrittlichen und mustergültigen Landwirtschaft kommt man nicht umhin, von einem Scheitern zu sprechen.

Betrachtet man jedoch die Kolonien ab 1770, an deren Entwicklung ausländische und spanische Kolonisten mitwirkten, ergibt sich ein positiveres Bild. Einer zitierten Quelle nach wächst die Bevölkerung von 6.585 Personen im Jahr 1770 auf 11.857 Personen im Jahr 1833 (S. 386, S. 389). Diese Entwicklung geht mit einem wirtschaftlich positiven Wachstum zusammen. Auch unter dem Gesichtspunkt der Integration ließe sich von einer Erfolgsgeschichte sprechen, da sich die Ausländer im Lauf weniger Jahrzehnte fast vollständig in die spanische Gesellschaft integrierten. Dem entspricht auch der Befund von Nicola Veith, dass viele «Auswandererbiografien beweisen, dass der Bogen von der heimatlichen Misere zum spanischen Eigentum in zahlreichen Fällen geglückt war» (S. 406).

5. Fazit

Die Dissertation liefert einen wichtigen Beitrag zu einem vernachlässigten und fast vergessenem Kapitel deutsch-spanischer Geschichte, und zu einer ganzheitlichen und prozessorientierten historischen Migrationsforschung. Diese Studie kann auch für die Gegenwart von Nutzen sein, insofern aus ihr wertvolle Anhaltspunkte und Einsichten zu gewinnen sind für die Untersuchung heutiger Projekte zur Anwerbung qualifizierter ausländischer Arbeitskräfte und die Analyse aktueller Migrationsprozesse.


Nicola Veith: Spanische Aufklärung und südwestdeutsche Migration. Auswandererkolonien des 18. Jahrhunderts in Andalusien. Kaiserslautern: Bezirksverband Pfalz, Inst. f. pfälz. Geschichte und Volkskunde 2020, ISBN: 978-3-927754-97-3